Hola lector!

Una sonrisa tuya es un libro que llevo algún tiempo escribiendo, y me pareció una buena idea compartirlo para con quisiera pasar un buen rato leyéndolo.
Es una comedia romántica de la que actualmente tengo 19 capítulos escritos y que va increscendo.

Si estas leyendo esto, esque ya diste un paso entrando en mi blog y por ello te doy las gracias. Así como animarte a seguir leyendo.

Espero que disfruteis tanto leyendo como yo lo hago pensando y escribiendo la historia de Marta.

Se agradecen los comentarios!! y recomendaciones para seguir escribiendo jeje

10 de noviembre de 2011

Capítulo 15

Marta se da la vuelta. Y ellí está él. Parado con el coche pegado a la acera, con la cabeza sacaba un poco por la ventanilla, mirándola y sonriendo.
Además de llegar una hora y media tarde hasta le sonreía.  Y encima tiene una sonrisa preciosa. Maldito...
No, Marta no lo puede admitir. no puede creerse que tenga tanta cara. Llega tarde ¡muy tarde! ¡Y hasta le sonrie! Y no solo que le sonreía, si no que esta allí, plantado, como si no hubiera pasado nada.

- Bueno, ¿qué? ¿vienes o te vas a llevar ahí toda la noche?

Marta se acerca lentamente al coche. Lo que él se merecía ahora esque ella se diera la vuelta y lo dejara ahí plantado. Por capullo. Por hacerla esperar durante una hora y media. Por no pedirle ni perdón. Por... por.... ¡mierda! cuando se da cuenta ya esta subida en el coche.
Una nunca sabe cuándo va volver a tener una cita. O mejor, una nunca sabe cuando se van a volver a alinear los planetas y Javi  le va a volver a pedir que salga con ella. Claro, tiene que aprovechar si no, no ser lo perdonaría.

Así que allí está. En el coche de Javi, sentada alado suya y con una sensación más bien extraña.
Tiene los apuntes entre sus brazos, apretados con su pecho. ¿Era ése la única razón de que estuviera allí?
Ella preferiría pensar que no, aunque se le hacía un poco complicado ser fiel a esa idea. Pero bueno.

- ¿Ésos son mis apuntes?
- En realidad son míos. Pero si, son los que te voy a dejar a ti. - Ya, le ha salido muy borde, pero no lo ha podido evitar.

Javi se empieza a reir.

- Ya. Ya se que son tuyos. De hecho, si los sigues apretando con tanta fuerza contra el pecho van a pasar a formar parte de tu cuerpo.

Marta no puede evitar sonreír mientras suelta los apuntes lentamente sobre sus rodillas. Se está empezando a animar un poquito. Es simpático y está haciendo todo lo posible por romper el hielo, aunque haya llegado hora y media tarde. Venga, ahora va a poner ella un poquito de su parte.

- Bueno, ¿y dónde vamos?
- No se, a un sitio nuevo del que me han hablado unos amigos. Me han dicho que lo acaban de abrir y que está muy bien. No se siquiera dónde está, pero bueno, ellos si lo saben, así que ahora nos indican cuando los recojamos.
- ¿Cuándo los recojamos? - ¿Cómo? ¿Ha escuchado bien?
- Si, ahora los recogemos. He quedado con ellos de camino al local. O eso me han dicho. Espero que no se hayan quedado conmigo tan sólo para que los recoja en su barrio. Ahora lo averiguaremos.
- ¡Ah! Vale. -Vaya, así que cena con Javi... y con los amigos. Qué...¿bien?

Marta estaba estupefacta. De todas las vueltas que podía dar la noche, desde luego esa no entraba entre sus posibilidades. Ella, que espera una cena con Javi, los dos solos, a la luz de las velas... En sus sueños no había siguiera gente alrededor, así que muchísimo menos compañía.
Lo único que acierta a pensar esque a él le de verguenza estar a solar con ella y pro eso se ha traído a la caballería para guardarle las espaldas. Era algo improbable, pero más  valía eso que pensar que para él la sola idea de estar a solas con ella le repugnaba y que había llamado a los amigos para que lo salvaran un poco de aquel sufrimiento.

Lo que no sabía Marta esque ninguna de las teorías era la correcta. O no al menos al cien por cien.

-¿Quieres que te ponga música en especial mientras llegamos?
- No, por lo que quieras. A mi me gusta todo.
- ¿Todo?
- Si...
- ¿Todo, todo? Imposible-
- Bueno, algunas cosas más que otras. Pero así de entrada no tengo miedo ni repulsión por escuchar nada nuevo ni diferente. Hay cosas que aguanto menos, todo depende del tiempo de exposición.
- Bueno, pero tendrás alguna música favorita.
- Hombre claro, como todos. Mi grupo favorito de toda la vida es Melon Diesel.
- ¿Melon Diesel?
- Si claro, ¿no sabes quiénes son?
- Claro que se quienes son. Pero si te soy sincero no me esperaba esa respuesta. No te pega. Me estaba más que respondieras algo como Andy & Lucas, Amaral o La Oreja de Van Gogh.

Marta no puede evitar reir.

- He de decir que esos grupos también me gustan. Aunque no los señalaría como mis favoritos.
- ¿Entonces? ¿Cuáles son tus favoritos?
- Pues... Melon Diesel como ya te he dicho, El Canto del Loco, Melocos, Despistaos, Hombres G, Motel (un gran y afortunado descubrimiento) y un largo etcétera. Es curioso, pero me suelen gustar por lo general más los grupos de chicos que de chicas. Supongo que porque las voces agudas de ellas se me clavan en los oídos y me dan dolor de cabeza. Pero bueno... - Mierda, quizás estuviera hablando otra vez demasiado... -
- Eres una caja de sorpresas.
- - Sonrojándose- Gracias... Bueno, ¿y tu? ¿Qué me tienes que contar sobre tus gustos musicales?
- Te lo diré. Y lo diré tan solo una vez. Luego lo negaré. Entre otros me gusta Bisbal, Enrique Iglesias...

Marta o, mejor dicho, las risas de Marta hacen que Javi no pueda seguir.

- Esto... gracias por reirte de mi. Y yo que estaba poniendo toda mi confianza en ti para contartelo... - Además de verdad, a poca gente se atrevía a confesarle sus particulares gustos musicales. Pero... Pero esta chica le daba confianza.
- No, no. Perdóname. Lo siento. Pero jo, compréndeme, me has dejado descolocada. Te veía mas de Doble V, SFDK, no se, más raperillo.
- Eh, ¡eh! Que esos también me encantan. Pero los otros también mujer. Además, ¿tu sabes quienes son esos grupos ni na?
- Hombre, ya te he dicho que yo escucho de todo. Es hora de que empieces a creerte lo que te digo, ¿eh?

Javi iba a empezar a replicarle, pero ya han legado al sitio donde ha quedado con sus amigos. Ahora le da un poco de lástima que vayan sus amigos, se lo estaba pasando bien con esa chica. Era... ¿rara?

Se para delante de una parada de autobús. De ella emergen dos individuos riéndose escandalosamente que entran atropelladamente en el coche.

Marta se queda mirando a uno de ellos. Y lo reconoce.
Era Kevin. El protagonista de su primera cita y más desastrosa cita de su vida.

Quizás tenía algo que ver con que el tío era un completo capullo...

8 de noviembre de 2011

Capítulo 14

21:03 ... nada...

21:05 ... es pronto aún...

21:08 ... venga, 10 minutos de cortesía...

21:10 ... se acabaron...

21:15 ... no pasa nada. Tranquilidad...

21:20 ... se habrá retrasado. Le habrá pasado algo

21:30 ... se empieza a preocupar...

21:45 ... se empieza a cansar...

22:00 ... le duelen los pies...

22:15 ... ¿la habrá dejado tirada?

22:30 ... A la mierda, me vuelvo para casa.

Y justo cuando está abriendo la puerta de la calle, escucha el claxon de un coche pitando justo detrás suya.

28 de octubre de 2011

Capítulo 13

Pero, ¿cómo había podido olvidarse de su cita? ¡Su cita!
¡Tenía una cita con Javi! Su compañero de clase. EL chico que tan solo la noche anterior la había pedido salir. Salir hoy. ¡Ya! El chico por y para el que llevaba toda la mañana arreglándose. Si. Javi, ese mismo chico.

¡Las cinco y media! Y en tan solo tres horas y medias Javi pasaría a recogerla. La recogería en su puerta, en su coche, ¿podría ser todo más perfecto?
Pero eran las cinco y media y aún no ha comido nada. No se ha peinado, pintado ni vestido. ¡No le va a dar tiempo!

A ciencia cierta jamás había tardado tanto tiempo en arreglarse. Jamás de los jamases. De hecho, normalmente, no le ocupaba más de una hora. Siepre había estado orgullosa de esa característica suya. Pero llevaba tanto tiempo sin tener una cita... que estaba un tanto demasiado descuidada.
Además, no todos los días se tenía una cita. ¡Y mucho menos una cita con Javi!

Así que tenía que tomar una decisión: ¿qué hacer primero? Tras un segundo se decidió: comer.
Estaba muerta de hambre. Así que volvió a calentar la comida. Y no esque comiera. No. Esque engullió la comida. Ni que no hubiera comido en días, pero tenía reponer fuerzas...
Al priori pensó en ni siquiera lavar los platos. Pero pensó. Y si... ¿y si la noche iba bien... y acababan en su casa?

¡Mierda! ¡No había pensado en eso! Otra cosa mas para la lista: recoger. Bueno, hará eso a continuación.
Por una vez quizás sea util es de las películas. Eso de esconder las cosas y la suciedad debajo de la alfombra, debajo de los cojines del sofá, de los muebles...
Aunque para ella eso era demasiado. Marta se conforma con guardar las csoas dentro de los cajones, los muebles, ... hasta tal punto que como abriese mas de la cuenta una puerta de algún armario o mueblecito simplemente se le caería todo encima. Porque estaba puesto de mirame y no me toques.

Tras poner las cosas mas o menos en condiciones (a simple vista claro) vuelve a meterse de nuevo en el cuarto de baño.

Lo de controlar su pelo se le vuelve algo horrible. Normalente no suele tener demasiados problemas con el. No al menos más de los normales. Pero hoy... Hoy no conseguía ponerlos a su gusto. Cuanto mejor quieres que te salgan las cosas, peor acaban saliendo. Marta espera que su cita no siga esa tónica, y eso que aún no tiene ni idea de los acontecimientos a proceder.

Al final desiste. Se hace un recogido medio extraño que no le convence en demasía. Pero bueno, esta gracioso y original al menos.

Luego pasa al maquillaje. Un poquito de sombra por aquí, otro por acá. Otro poquillo otra vez por aquí... Otra vez por acá para igualar... Se pasa de la raya. Vuelta a empezar.
Como no sabe muy bien qué ropa se va a poner se pinta los ojos de un color estándar con toques en negro (porque lo que se ponga lo va a tener que combinar con ese color, ya que son el color de los únicos zapatos de tacón que tiene)
Cuando termine de vestirse, ya le dará un retoque de color. ¿O no?

Y ahora toca la mas ardua, dificil y complicada tarea de todas: elegir la ropa.

Los zapatos ya los tiene pero... ¿qué más? ¿Falda, vestido o pantalón?

 Tras una hora de probarse prendas aún no ha decidido nada.
Además, ¿qué estilo lleva? Porque si va muy arreglada va a dar la impresión de que espera mucho de esa cita, de que esta loca por el y que está un poco desesperada ya de paso. Pero si se arregla muy poco va a dar la impresión de que no le importa la cita y pasa del tema. Y eso tampoco es!

Además, tampoco quiere ir desentonando con el. Porque si el va muy arreglado y ella nada queda feo. Pero si el no va arregaldo nada y ella mucho, también queda muy feo.

Lo mejor sería saber de ante mano qué va a llevar el puesto. Pero como no lo llame es un tanto imposible saberlo. Y claro esta que no lo va a llamar... con sus amigas puede hacer eso. De hecho es una herramienta muy recurrente. Para ir todas mas o menos del mismo estilito sin ir iguales, que eso también esta muy feo. Pero claro, a Javi no lo va a llamar para preguntarle cómo va. Anda que iba a quedar bien. Además, ahora que acaba de caer, no tiene siquiera su número de teléfono...

Otra cosa importante que debería saber es dónde van a ir. Porque no es lo mismo ir a un sitio con arena como la playa donde los tacones se clavan, que ir a un restaurante super elegante en donde ir en chanclas o zapatillas quedaría estrepitosamente mal.

Cuando le da por mirar el reloj son ya las nueve menos cuarto. ¡Y aún no se ha vestido!

Al final, tras tanta deliveración y prisa, decide ponerse algo intermedio. vaqueros pegaditos, camisa, rebeca y tacones. Entre pinto y valdemoro como diría su abuela.

A las nueve menos dos minutos sale pitando escaleras abajo. Y cuando está a punto de alcanzar la puerta de la calle... ¡Mierda! ¡Los apuntes!

Cuando por fin se sitúa en la calle, en el sitio acordado, son las nueve y un minutos. Tiene los apuntes en la mano y está jadeante de lo que ha corrido escaleras arriba y abjo. ¡Y con tacones!

Espera que Javi no sea más puntual que ella. ¿Y si hubiera llegado antes y al no verla se hubiera ido? Pero no, no podía ser, no por un minuto.

Así que prefiere seguir pensando que eso no ha pasado y empieza a esperar...

23 de octubre de 2011

Capítulo 12

-¡Hola! Marta, ¿verdad?

Marta se queda muda.

-¿Hola? ¿Estás ahí?

Pablo se empieza a reir. Esta chica es de lo que no hay. Otra vez parece qeu se le ha comido la lengua el gato o, mejor dicho, que no esta en este mundo.

Marta vuelve en si.

-¡Ay! ¡Perdona! Esque... Esque me he quedado un poco sorprendida... No esperaba que nadie viniese, y muchos menos tu - ¡Mierda! ¡No la cagues de nuevo Marta!-
-Jajaja. No te preocupes, es comprendible. Cuando yo he llamado a la puerta tampoca esperaba encontrarte aquí. Aunque he de admitir que ha sido una sorpresa muy grata.

En ese preciso instante Marta se da cuenta de que Pablo esta haciendo un duro esfuerzo por no mirarla de cuello para abajo porque... ¡Mierda! ¡Se le abía olvidado! ¡No llevaba nada debajo de la bata!

Apresuradamente marta se ata mejor y más fuerte la bata. Ambos se dan cuenta de lo que está pasando, así que Pablo se ruboriza un poco y Marta intenta cambiar de tema.

-Y bueno, ¿en qué puedo ayudarte? O dicho de otro modo: ¿qué te trae por aquí?
-Trabajo a tiempo parcial de mensajero y justo aquí traigo un paquete para ti.

Pablo había destacado que aquello era solo un trabajo a tiempo parcial. No quería que Marta pensara que era un gracasado y que aquello era lo máximo a lo que podía aspirar.
Normalmente no le daría más importancia al asunto. Él se sentía orgulloso de ese trabajo. Gracias a el su vida era un poquito menos complicada y le permitía tener algo de dinero para si mismo, poder afrontar sus pequeños gastos y, como no, ahorar para el futuro.

-¿Un paquete? ¿Para mi?
-Si, según pone aquí es de una empresa dedicada a actividades socioculturales.
-¡Ah! Es del trabajo. Esque trabajo programando actividades socioculturales
-Ay, que bonito.

El tenía razón. Marta era algo más que un simple mensajero. ¡Era programadora de actividades socioculturales! Bueno, no sabía realmente muy bien en qué consistía aquello, pero sonaba tan bien...

-Si bueno. Al menos me da lo suficiente para permitirme vivir. En condiciones lamentables eso si, pero vivir al fin y al cabo. Por ciero, perdón por la grosería, ¿quieres pasar? - ojalá acepte-.
- - ¡Mierda! - Ojalá pudiera, pero tengo que hacer alguna entrega mas antes de las cuatro.
-Bueno, aún te queda tiempo... - ¡Acepta! -.
- - Como me insista otra vez, no me veo con fuerzas de decir que no – No se...
-Venga, solo un refresco... -Ya no insisto más. No me voy a rebajar más... -
-Vale.

Pablo entra en la casa, con más verguenza que otra cosa ¿Descubrirá algo más sobre aquella misteriosa chica?

-Perdóname un momento, pero voy a ponerme algo de ropa.

Pablo le sonríe. Si por el fuera que no se cambiase nada. Así estaba  guapísima y genial.
Mientras Marta va a ponerse algo de ropa, el se queda observando la  casa. O el habitáculo claro. Todo en una sola habitación, que curioso. Menos el cuarto de baño claro. Estaba todo comprimido, era todo muy rosa y había que decir qeu estaba un poquitín desordenado.
Pero no sabía muy bien porqué, le encantaba.

En el cuarto de baño Marta se estaba poniendo lo primeor que había acertado a coger. Unos vaqueros y una camiseta.
No se lo puede creer. Pablo está en su salón. Pablo, el chico de la parada, está en su salón. Se lo repetía una y otra y otra vez para ver si conseguía asimilarlo y creerselo.
Se mira en el espejo... Bueno, más o menos.
Respira hondo y sale al salón

- Mejor así.
-Si tu lo dices...

Ambos sonríen

-Bueno, ¿qué quieres?
-¿Qué me ofreces?
-Tengo zumo de piña, de naranja, de manzana, limonada, batido de chocolado y en algún lado de la casa alguna lada de coca-cola. Lo siento, no tengo ni cerveza ni nada...nada normal vaya.
-¿Nada normal? ¿Porqué dices eso?
-Hombre, tu dirás. Zumitos, batiditos, limonada... Si, algo super normal.

Pablo no puede evitar reirse

-Ya estamos con las risitas... Que te gusta reirte de mi...
-Y yo ya te he dicho que no me río de ti, sino contigo. Lo cual he decir que es completamente diferente.
-¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Que qué quieres?
-¡Ah! - Le encantaba sacarla de quicio- Una limonada por favor.
-Marchando.

Pablo se percata de que Marta tiene el almuerzo sobre la mesa.

-Vaya, te he molestado, ¿verdad?
- - ¿Tu? Nunca- No, ¿porqué lo dices?
-Hombre no se, quizás proque tienes el almuerzo encima de la mesa.
-Ah no, no te preocupes. Espero. No me importa. A no ser que... ¿Quieres comer algo? - Por favor, que diga que no, ¡que no tengo nada! -
-No gracias, eso ya es abusar.
-¿Abusar? Para nada bombre.
- No, no, en serio. Hoy no.
-¿Hoy no? - ¿Eso era lo que ella pensaba que era lo que ella creía que era? -
-Si... - ¡Animo Pablo! - Que casi mejor que comemos otro dia así mas tranquilitos... - ¡Ea! ¡Bomba lanzada!
- - Riéndose- Claro, cuando tu quieras.
- Que si no quieres no, ¿eh?
- - ¿Cómo que no quiero? - ¿Y porqué no iba a querer?
- Hombre, tu dirás, si te has descojonado en toda mi cara.
- Vamos, ahora vas a ser tu aquí el único que se pueda reir. De verdad que... Se llama risa nerviosa, que hay que decirlo todo.
- Ah... Así que te he puesto nerviosa...

Ese juego les estaba empezando a divertir mucho.

- No... - ni na - sólo me ha dado la risa nerviosa. Lo cual es completamente distinto...

Eso no se lo creía ni ella. Pablo demientras ríe y ríe, pero finalmente da su brazo a torcer.

- Vale, vale. Estamos en paz.
- Así me gusta.

Ambos se quedan un momento en silencio. No saben muy bien que decirse. ¿A estas alturas y ya se quedan sin temas de conversacion? Madre mia. Pero no, son solo los nervios. Hay que centrarse. Una comida. Pero, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿a qué hora?
Ninguno quiere ser el primero en hablar. A ambos les da verguenza. En el fondo piensan que el otro no quiere. No quieren hacerlo mal. No quieren fracasar en su intento. No quieren un rechazo más en su vida.

Pero Pablo, por primera vez en su vida, decide envalentonarse. Ahora o nunca, es el momento, y contra menos lo piense: mejor.

- Bueno y... ¿Me das tu número de teléfono o algo? Digo, para poder llamarte... Si quieres vaya...

Marta se levanta, se dirige a un cajón de la mesita de la tele, coje una hora de una de sus libretas... ¿de ositos? No, casi mejor que coje otra. No es momento de enseñar sus ositos y sus cursiladas. Le ha pedido su número de telefóno, es un gran avance, no es momento de cagarla. Así que se decide por un folio en blanco. Eso mejor.
Apunta su número y no puede evitar escribir:

“Si :-) “

Lo dobla muy bien, al menos tres veces y fuera escribe su nombre en letras mayúsculas.
Tras realizar esa operación cuelce al sofá con Pablo y le entrega el papelito. Ambos sonríen.

Durante un buen rato siguieron hablando muy animadamente.
Aunque a decir verdad si se le hubiese preguntado a alguno de los dos de qué hablaban, ninguno hubiera sido capaz de decir exáctamente sobre qué trataba su conversación. Pero eso no era lo importante.
Lo importante era que estaban juntos, que estaban hablando, hablansen de lo que hablasen. Que se reían, que lo pasaban bien y que estaban muy agusto.

Por casualidad o por simple curiosidad a Pablo le da por mirar el reloj. Cuando ve la hora no puede dar crédito a los que sus ojos viendo y se levanta de un salto del sofá. Marta se asusta.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
- Pero, ¿has visto la hora que es?
- No... ¿Qué hora es?
- ¿Qué qué hora es? ¡Son las cinco y media!

Marta es ahora la que se levanta de un salto.

- ¿Las cinco y media? Madre mia... Como se pasa el tiempo...
- Espero que al menos eso sea algo bueno...
- Lo es...

Ambos se miran y sonríen.

- Bueno, pues yo me tengo que marchar, que mira que horas son. Además tengo que repartir estos paquetes y no quiero que se me haga más tarde aún.
- Si, si. Lo siento mucho.
- ¿Que lo sientes?
- Si, siento haberte entretenido.
- No sientas eso. Si estoy aún aquí es porque he querido, además, esto ha sido lo mejor de mi semana.
- - Que mono. Y parece sincero... -

Ambos se dirigen hacia la puerta de salida sin atreverse a mirar a la cara. Y pensar que hace solo unos días Marta abía soñando conque ese chico estaba allí, en aquella habitacion, con ella... Y ahora lo estaba.

Es la hora de la despedida, aunque ninguno quiere que termine el momento de estar juntos.
Pero es inevitable.

Marta abre la puerta.
Y allí se quedan, junto a ella.
Quietos, mirándose de reojo.

- Bueno... Me voy...
- Si...
- Hasta la próxima...
-Eso...

¿Y ahora? ¿Qué?
¿Un beso? ¿Un abrazo? ¿La mano?
Ambos se lían, medio chocan. Cada uno va para un lado. Cuando uno intenta darle un beso al otro, el otro intenta darle la mano. Cuando uno intenta dar la mano, el otro intenta darle un beso.
Al final se dan la mano, de forma extraña y sin sentido.

¿La mano? ¿Solo la mano?
Y... ¿cuánto tiempo se supone que hay que estar aguantando con la mano dada?

Separan sus manos. Pablo dice adiós y sonríe. Se da media vuelta y se va.

Marta cierra la puerta. Se va para el sofá y se deja caer con un largo suspiro. No se cree lo que acaba de pasar...
Y después de aquello, ¿qué se supone que tiene que hacer ahora?

De pronto cae en la cuenta...

¡Su cita con Javi!

18 de octubre de 2011

Capítulo 11

Ocho de la mañana.

Marta está cansada de dar vueltas en la cama. No puede dormir más. Está nerviosa, muy nerviosa. Esta noche tendrá una cita con Javi. Su compañero de clase. Ese chico guapo, encantador y con una sonrisa de infarto.
Ese chico que la noche anterior la había invitado a salir. Que le había apartado un mechón de pelo de la cara mientras le sonreía. Wue le había dado u beso en la mejilla. Esa mejilla. Esa mejilla que marta no había dejado de tocar desde la noche anterior.

Y Marta no puede dormir más. ¿Porqué? Porque tiene que buscar los apuntes, porque está nerviosa por la cena y porque no sabe qué ponerse.
Se tiene que depilar, duchar, peinar, pintar y vestirse.
Y no quiere llegar tarde. No puede llegar tarde. Porque quiere demostrar que es un bulo eso deque las chicas siempre llegan tarde. Wue son unas tardonas y que siempre hacen esperar.

-Yo voy a demostrar que éso no es verdad. Que se puede ser una chica, ir muy guapa y llegar a tiempo

Así que se levanta decidida y se pone a buscar los apuntes para Javi. Lo primero es lo primero.

Tras treinta minutos de agonizante amargura por fin los encuentra.  ¿Qué hubiera pasado si no los hubiera encontrado?

Se imaginaba a ella esperando en la acera de la calla. A Javi llegando y preguntándole

-¿Y mis apuntes?
-No los encuentro
-¿Que no los encuentras? ¿Que-no-los-en-cu-en-tras? Pos ahí te quedas.

Entonces el ser iría quemando rueda y pasando por encima de un charco que haría que Marta se empapara de los pies a la cabeza.

No. No. Eso no iba a pasar. Porque al final había conseguido encontrarlos y estaban en perfectas condiciones. Por suerte para ella.

Una vez consigue estar tranquila con respecto a ese tema decide desayunar tranquilamente sobre el sofá y viendo la tele. Daba igual lo que estuvieran echando. Ella tenía otras cosas en la cabeza.

Mas tarde decide empezar su sesión de belleza. Tiene que estar espectacular para esa noche.

Primero el turno de la tortura chica. Se depila cejas, bigote, axilas, piernas e incluso las ingles. Cuadno termina parece un completo y absurdo payaso ya que todo lo que se ha depilado esta hinchado y colorado a no poder mas.

En un intento desesperado de que baje la hinchazón se da una ducha. En principio su intención era darse un baño para relajarse más aún. Con sales de baño, pompitas y esas cosas, pero ha perdido demasiado tiempo intentando una depilación perfecta, aunque al final cree que no ha conseguido del todo igualar las dos cejas...

Tras la ducha se pone una mascarilla en la cabeza y se envadurna el cuerpo de crema olor a fresa. Otra cosa no sabe, pero oler va a oler bien desde lejos.

Mientras espera que la mascarilla le haga efecto se pone la bata de estar por casa y va a almorzar algo.

No entiende cómo pueden ser las dos de la tarde. Es imposible que se tan tarde. No ha tardado tanto... ¿o si?

Por tal de no prepararse algo de comer decide comer de sobras. Recalienta un fileta y coge un bol de ensalada de pasta. Eso le pasa porque siempre le sobra comida cuando la hace, porque no controla muy bien eso de las cantidades de comida. Aunque al final, en momento como aquellos, se alegra no tener medida a la hora de hacer de comer.

Cuando lo tiene todo preparado y al fin va a hincarle el diente a la comida (porque parece mentira pero la sesión de belleza le ha dado mucha hambre) llaman a la puerta.

Marta va de mala gana, abre la puerta y no puede dar crédito a lo que ven sus ojos. ¡Es Pablo! ¡El chico de la parada!

12 de octubre de 2011

Capítulo 10

De vuelta a la realidad, Marta decide regresar a casa.

Se quita los zapatos, y anda por la playa llevándolos en la mano. Al rato se detiene, mira hacia el mar y se sienta en la arena.

Sabe lo que quiere, sabe quién es, sabe que tiene amigos que la quiere, pero sin embargo no pude dejar de sentirse sola. Y no termina de entender porqué.

Sabe que le falta algo en la vida. Sabe que le falta esa cosita para sentir q no es del todo horrible, que le falta esa cosita que le haga sentir aunque solo sea por un momento especial, esa cosita que le haga sentir que puede ser algo mas que una buena amiga.

Si, si ha estado con algún que otro chico. Pero con ninguno de ellos consiguió sentirse especial. Ninguno de ellos le gustaba en realidad. Simplemente estaba con ellos porque... porque... porque si. Aunque no le gustaban era una mujer, tenía sus necesidades, deseaba estar con alguien, intentar empezar a sentir algo, darles, darse una oportunidad.

Solo quería encontrar a alguien que cuando lo tuviera delante suya, los minutos pudieran pasar sin nisiquiera inmutarse. Sólo quería sentir algo que le llenase. Sólo eso. Solo un día. Solo un rato. Solo quería saber cómo era, qué se sentia. Solo ansiaba tener lo que todo el mundo tenía... menos ella.

Absorta en estos y otros pensamiento se quedó mirando las estrellas. La osa mayor, la osa menor, el carro...

Le encantaba. Le encantaba estar de noche, bajo las estrellas, a la orilla del mar, escuchando el romper de las olas en la orilla. La tranquilidad del silencio nocturno, la noche.

Un gran suspiro...

Bueno, se acabó, no se iba a compadecer de si misma. Ella era como era, y algún día le tendría que gustar a alguien, si no, pues bueno, no pasa nada. Tiempo al tiento, todo llega. O esperemos que llegue claro.

Así que Marta decide seguir su camino a casa.

Andando, se encuentra con una cafetería. De ambiente vintage, con unos sofas aparentemente muy cómodos, una musica relajante,... Así que decide entrar, no sin antes ponerse los zapatos claro.

La cafetería estaba a una temperatura muy agradable. Marta se pide un cafe, se sienta en una mesa retirada y empieza a leer un libro (menos mal que siempre lleva uno en el bolso)

Se siente muy bien y muy agusto con sigo misma. Mientras está leyendo se percata de que parece que hay alguien parado junto a ella, mirándola. No sabe si mirar o no. Está tan agusto... No quiere que le molesten, no sabe si quiera si estan parado ahí por ella. Pero finalmente decide levantar la vista.

¡Es Javi!

    - Hola!
    - Hola...
-Yo te conozco, ¿verdad? Esque te he vsito ahí sentada, con tu libro y tengo la sensación de que te conozco de algo, pero no se muy bien de qué.

Ver para creer, piensa Marta. ¡Y encima es hasta de verdad!

- Si bueno, hemos estado juntos en clase.
-¡Ah! ¿Tu también estudias periodismo?

Y diciendo esto se sienta al lado suya. Marta no puede dar crédito a lo que está sucediendo. Sin pretenderlo y ahí está. Bueno, ahí están...

-No... no estudio periodismo. Estudio Arquitectura Técnica...
-¡Ah! ¿Pero no decías que habíamos estado juntos en clase?
-Si, pero del ibre configuración...
-¡Ah! ¡Ya me acuerdo de ti! Tu eres la chica de los buenos apuntes.
-Supongo...
-Pues anda que no has cambiado nada...
-¿Gracias?
-Por cierto que me viene muy bien dar contigo. Justo hace unos días le dije a un chaval que tu tenías muy buenos apuntes y que te los pidiera. A ver si el te conocía, porque yo no tenía ni diea. Y la verdad es que no me vendrían mal los apuntes, ¿me los dejas?

La verdad esque Marta no sabía si aquello en realidad iba bien o mal...

-Eh... Bueno no se, como quieras...
-Si no quieres no, ¿eh? Pero me vendrían tan bien... Además, tu ya has aprobado, ¿verdad?
-Si...
-¿Entonces? ¿Me los dejas?
-Vale... Pero, ¿cómo te los doy?
-Pues... ¿Qué te parece si quedamos mañana, te intivo a cenar y así matamos dos pájaros de un tiro?

Esto último lo dice quitándole un mechón de la cara y sonriéndole con mucha pircardía. ¡Qué sonrisa! Marta no se lo podía creer. ¿Estaba intentando ligar con ella? ¿O esque sólo quería sus apuntes?
De alguna forma u otra tendría que averiguarlo.

-De acuerdo... ¿Dónde y a qué hora?
-¿Te recojo a eso de las 9 y media de la noche?
-Vale, ¿dónde?
-¿En tu casa?
-Vale...

¿En mi casa? ¡¿En-mi-ca-sa?!
Madre mía. ¡Madre mía!
Tan solo pensarlo y ya se estaba retorciendo de los nervios.
¡Pero era el! ¡Era Javi! ¡Invitándola a cenar!
Asi que Marta coje un trozo de papel, le aupnta su dirección y se lo entrega a Javi.

-Allí te estaré esperando.
-Eso espero.

Y diciéndole este con una gran sonrisa, Javi se levanta, le da un meso en la mejilla, y se va...

Marta no consigue salir de su asombro.

Pero si, es la pura realidad.

Esta vez no hay sueños, no hay imaginación, no hay nada. Es la realidad. ¡La realidad!

¡Mañana tenía una cita! Bueno, no sabía si era una cita de verdad  o no, pero al menos ella pensaría que lo era.

De pronto Marta mria a su alrededor. Ahora se siente ridícula allí sentada sola con su libro. Además, que aquella noche había sido suficiente para ella. Así que decide regresar a casa y acostarse en su querida cama mientras sueña, como no, en cómo será su cita la noche siguiente con Javi...

Si, tendría una cita con Javi...

Una cita con Javi...

Con Javi...

Javi...

Y con estos últimos pensamientos se queda dormida.


 

4 de octubre de 2011

Capítulo 9

Allí estaba ella, en una fiesta en la que no se sentía invitada. ¿A caso el que te digan que vayas, significa realmente que quieren estar contigo?

Miraba a su alrededor, y sólo veía personas riendo y bailando; pasándoselo bien en definitiva. ¿Y ella? ¿Qué hacía ella? Ella simplemente miraba a su alrededor, miraba a esa gente a los que conocía, pero que en ese momento les parecía extraños.
¿En qué momento se le ocurrió asistir? Lo sabía. En el momento en que sus amigos le insistieron y le dijeron que Javi acudiría…

- Tienes que venir, ¿cómo te vas a quedar  en casa sola, con la pedazo de noche que hace?
- ¡Pero si no me han invitado!
- Si que lo han hecho. Te recuerdo que Paco nos dijo que si querías ir, fueras.
- ¿Y qué clase de invitación es esa?
- La suficiente para ir, sabiendo que estas invitada. Además… ¿A que no sabes quien va a ir?
- ¿Y qué mas da? ¡Si no sabe ni que existo!
- Claro que si. El otro día le dijo un chaval de vuestra clase de libre que te podía pedir los apuntes, que tienen pinta de ser muy buenos. Así que al menos sabe quién eres.
- ¿Ah si? Bueno, iré. Pero que sepáis que sólo voy para no quedarme sola en casa.

Y allí estaba, en la dichosa fiesta, comprobando lo que ella ya sabía, que en realidad no estaba invitada y que en el mundo de Javi, no existía. Y eso no iba a cambiar.

Sin embargo, cuando creía que Javi no vendría, apareció . Allí estaba, parado bajo el quicio de la puerta, aunque con semblante más serio del que acostumbraba a mostrar.
Parecía como si estuviera buscando a alguien. Su vista recorrió toda la habitación, hasta que dio a parar con sus ojos. Entonces sonrió ¿La estaba mirando a ella? No, no podía ser. Miró a su alrededor, pero no había nadie más mirando en esa dirección. Y antes de lo que esperaba, lo tenía parado delante suya.

- Hola Marta, te estaba buscando.

La estaba buscando a ella. ¿Qué se suponía que estaba pasando? ¿Qué clase de broma pesada era aquella? Y sin embargo no encontraba a nadie a su alrededor, esperando el momento para empezar a reír.
No, a ella no le iban a gastar una broma. No era tan inocente como todos se pensaban. Si le querían gastar una broma, no se iban a salir con la suya. Ella la iba a volver en contra. Así que tendría que atacar.

- Estaba esperándote.

Eso si que no se lo esperaba. Se había sonreído y parecía un poco avergonzado. No parecía como si se fuera a reír. O justamente era eso, aguantarse la risa. Javi, la broma no te saldrá bien.

- Me alegro, creí que te abrías cansado ya de esperar. ¿Quieres que vayamos afuera, a un sitio más tranquilo dónde podamos hablar?

What?
Ah, ya… Afuera esperaba la gente para reírse.
Cuidado Marta, has estado a punto de creértelo.
Pues les iba a dar el gusto. Al fin y al cabo no tenía nada mejor que hacer. Así que se dirigió hacia la puerta con una gran sonrisa de satisfacción. Si se reían de ella, no se iba a dejar amedrantar, estaba claro.
Pero cuando salió, no había nadie riendo…
Javi la seguía, parecía que estaba un poco nervioso, y le indicó un banco de la plaza de enfrente del local.

- Sentémonos allí.

Ahora si que no entendía nada de lo que estaba pasando, pero estaba claro que no podía bajar la guardia.
Se sentaron en el banco más alejado, en el lado más solitario de la plaza, donde ni siquiera la gente pasaba. No había ningún sitio donde la gente pudiera esconderse para empezar a reírse. Pero no por eso tenía que ser verdad.

- Puede que te resulte un poco extraño todo esto, pero quiero que sepas que cada una de las palabras que te voy a decir es verdad. Hace tres meses estaba en clase, compadeciéndome de mi mismo, por parecer una persona que no soy, por querer hacer algo de lo que la gente se reiría, por todo. En ese momento levanté la cabeza. No sabía siquiera qué estaba diciendo el profesor. Y vi una melena rubia sentada dos filas mas alante de mi. Estaba atendiendo al profesor, y subrayando un libro. Al lado tenía unos esquemas que parecían magníficos. La organización en persona. Y entonces miré mi mesa. El libro cerrado, la libreta llena de dibujos,… ¿Qué estaba haciendo con mi vida? Esa no era la persona que yo era. Lo que la gente pensaba de mi me estaba dominando. Sin embargo tu estabas allí, no te había visto nunca hasta el momento, y eso que sospechaba que estabas en mi clase desde principio de curso. En ninguna fiesta del campus, ni nada. Eras quien querías. Pero… ¿Quién eras?
A partir de ese día te empecé a observar un poco más. Eras una chica que tenía un grupo de amigos que, desde lejos, se veía que te querían. Cuando estabas con ellos estabas muy alegre, y parecías muy cariñosa. Sin en valgo, cuando estabas sola, tu cara reflejaba eso mismo, que te sentías sola. Te comprendía tan bien…
El otro día estaba con un amigo. Estaba amargado porque no tenía buenos apuntes de geometría, y no encontraba a nadie que pudiera dejarle unos en condiciones. Entonces me acordé de ti. Le deje caer que los tuyos parecían que tenían buena pinta. El se extrañó de que yo te conociera, pero no dijo nada al respecto.
¿Sabes? Ese día conocí por fin tu nombre. Marta… Me sorprendí dándome un vuelco el corazón cuando lo escuché, y deseando que me contara más de ti. Pero no lo hizo.
No pensaba venir a esta fiesta, pero por casualidad escuché que venías. Y otra vez me sorprendí vistiéndome para venir. Así que me prometí, que no dejaría pasar este momento y hablaría contigo.
Y aquí estoy.

Estaba anonadada. No sabía ni cómo reaccionar. ¿Todo aquello era verdad?
Y no, no había nadie…
No podía seguir pensando que alguien saldría en cualquier momento y se reiría de ella. Así que se levantó de un salto, y le dijo que se fueran a otro sitio. Si aceptaba, le creería.
El la miró un poco sorprendido, pero se levantó.

Empezaron a andar, iban muy callados y ni siquiera se miraban. Pero seguían caminando.
Salieron del centro, y empezaron a andar por el paseo marítimo. No podía parar. ¿Y si paraba y descubría que todo era mentira? Pero tenía que hacerlo. Al fin y al cabo, alguna vez lo tendría que hacer.

Se dirigió hacia el mar, y a unos escasos cinco metros del mar, se detuvo. Se quitó los zapatos, y se sentó.
Hacía bastante fresquito, hasta entonces no se había dado cuenta. Pero no dijo nada.
El se sentó a su lado. Pegado a ella. Tan pegado que su brazo tocaba al suyo. El sintió que tenía frío, así que, como en la mejor de los sueños, se quitó su chaqueta y se la puso. Le quedaba un poco grande, pero era parte del encanto del momento.
Así que allí estaban, sentados en la playa escuchando a las olas romper en la orilla. Bajo un cielo estrellado y luna llena. ¿Qué más se podía pedir?

- Aún no has dicho nada.
- Lo sé.
- Lo siento.
- ¿Porqué?
- Creo que te he asustado.

¿Qué la había asustado? Podría ser… Pero no, no es que la hubiera asustado, es que no se lo esperaba. Todo le sonaba a una broma, sin embargo parecía sincero. Pobre, seguro que se había confundido y la había idealizado.

- No me has asustado. Es que no me lo esperaba.
- Lo siento. Es que como casi todas las chicas de la escuela no dejan de perseguirme para que salga con ellas, a veces se me olvida que puede haber chicas que no quieran.
- ¿Eres consciente de lo egocéntrico y creído que suena eso?
- Si. Lo siento.

¿Qué le pasa a este niño? ¿Por qué sólo pide perdón? No sabe decir otra cosa ¿o qué? Parece como si creyese que todo lo que hace o dice en esta vida lo hace mal. Como si todo a lo que le dicen no, o le ponen algún pero, sea porque esta mal. Vale, a veces uno se cree una cosa en su cabeza y luego son otras, pero porque sea así no significa que este mal, significa que estaba equivocado. Punto y final.

- ¿Eres consciente de la cantidad de veces que has dicho “lo siento” desde que empezamos a hablar?
- Si… Perdón.
- Genial, has cambiado el “lo siento” por “perdón”. ¿Sabes que en realidad es lo mismo, verdad?
- ¿Qué quieres que le haga si me pones nervioso?

¿Cómo? ¿Qué le pongo nervioso? ¿Yo? El si que me pone a mi nerviosa. Con esa carita, esos ojitos, esa sonrisa…
Él, la persona por la que suspiraba. Pero… Ella estaba en lo cierto. En el fondo no era como todos pensaban. Había un niño muy dulce dentro de él, con mas aspiraciones en la vida que ser el juerguista y ligón de la clase. Tenía una cabeza centrada, con las ideas claras. Y solo ella lo sabía. Solo ella lo sabía porque él se lo permitía ver. Solo a ella, si. Ella era la más especial para el. ¿O no?

- Seguro que eso se lo dices a todas.
- Te aseguro que no.
- Es una buena forma de ligar…
- Yo no ligo.

¡Que no liga dice! Todas las chicas del campus suspiran por el. Y la mitad han tenido algún tipo de relación con el. Al final va a ser un mentiroso compulsivo. Eso es una enfermedad, ¿verdad?

- No conozco a nadie que haya salido con mas chicas que tu.
- Sólo he tenido una novia en mi vida.
- Que a las demás no les llames novias no significa que no hayas salido con ellas.
- Que una chica se invente que he salido con ella, no significa que realmente lo haya hecho, ¿sabes?

Una de dos, o dice la verdad, o es un mentiroso realmente bueno. Al fin y al cabo casi cualquier chica del campus querría salir con el. Y pensándolo mejor, muchas de ellas mentirían por tal de unirse a ese gran club de “exnovias de Pablo”. Así todas las demás estarían celosas. Si, tiene sentido.

- ¿Y no te molesta?
- ¿Qué mas da lo que piense el resto mientras yo este seguro de lo que he hecho y he dejado de hacer?

Esa respuesta la dejó muerta. Eso es algo que ella siempre había tenido claro. Ella era quien era. Y punto. Si la querían mas, si la querían menos. Si tenía más amigos, si tenía menos. Al menos ella era como quería. Era fiel así misma. Aunque también querría haberle gustado un poco más a la gente siendo así. Pero prefería estar un poco más sola y ser auténtica, que tener más amigos y ser una persona que no le gustaba.

Era curioso, pero desde que se cruzaron sus miradas en el local, no se habían vuelto a mirar a la cara. Ambos contemplaban el mar. Ese mar tranquilizador que les ayudaba a calmar sus nervios. Esos nervios que Marta tenía por sentirse la chica más afortunada y especial del mundo. Esos nervios que Javi tenía por querer terminar de decirle a la estupenda chica que tenía a su lado lo que había empezado en la plaza.

- ¿Te he dicho ya que me gustas?

Si, le gustaba. Ella le gustaba. Le gustaba a él. ¿Cómo elegir ahora las palabras correctas? A ella también le gustaba él. ¿Cómo no le iba a gustar? ¿De verdad era real?

Pero ya era demasiado tarde para responder. Sentía como él la miraba. Cómo la miraba fijamente. Y como su mano se posó suavemente en su mejilla. No hizo falta que el la girara, ella giró su cabeza lentamente para situarla en frente de la suya.

- Si. Pero yo no te he dicho que tu me gustas a mi.

Él sonrió dulcemente, como a ella tantísimo le gustaba. Con esa sonrisa que alegraba sus sueños. Con esa sonrisa en la que pensaba cada noche antes de acostarse. Con esa sonrisa que ahora mismo tenía delante suya e iba dedicada a ella.

Ambos sabían qué era lo siguiente que iba a ocurrir.
Sus cabezas se acercaron lentamente hasta que a penas cabía un soplo de aire entre ambos. Se acercaron hasta que sus labios estaban rozándose.
Entonces, y sólo entonces, se besaron.

Por fin estaba pasando lo que tanto tiempo había deseado. En ese momento pararía el tiempo eternamente. Permanecería el resto de su vida justo allí. Sentada en la orilla de la playa, al lado de un chico maravillo, con su chaqueta puesta, y sobre todo, besándolo. Estaba besando a Javi. Por fin lo estaba besando.

Y allí estaba, en la dichosa fiesta, comprobando lo que ella ya sabía, que en realidad no estaba invitada y que en el mundo de Javi, no existía. Y eso no iba a cambiar.

Sin embargo, cuando creía que Javi no vendría, apareció . Allí estaba, parado bajo el quicio de la puerta, aunque con semblante más serio del que acostumbraba a mostrar.
Parecía como si estuviera buscando a alguien. Su vista recorrió toda la habitación, hasta que dio a parar con sus ojos. Entonces sonrió ¿La estaba mirando a ella? No, no podía ser. Miró a su alrededor, y allí estaba su grupo de amigos, saludándolo y esperándolo.

Algún día tendría que dejar de soñar despierta. Pero sólo algún día.

2 de octubre de 2011

Capítulo 8

Querido diario:

¿Cómo estas? Se que hace mucho que no escribo en ti. De hecho desde que conocí a Marcos no he vuelto a escribirte. El me hizo ver que qué mejor que escribir un diario que tener un amigo al que contarle las cosas. Y así lo hice. Le cuento todo a el, y a ti te dejé un poco de lado.
Lo siento. Lo último que te escribí era que tenía el mejor amigo del mundo, y aunque no cambio eso por nada del mundo he de reconocer que a veces una tiene que escribir ciertas cosas para no olvidarse jamás de ellas.

Todo el mundo dice siempre una expresión, que hasta hoy no había comprendido demasiado, pero creo que tiene una verdad absoluta. Si, absoluta. Y a partir de ahora le haré caso al ciento por ciento.
¿Que qué expresión es?
Sencillo:

“MAS VALE MALO CONOCIDO QUE BUENO POR CONOCER”

Si ya lo decía yo. Eso de probar nuevo peluquero no es para mi. No me gustan los experimentos. Yo era feliz yendo a mi peluquero de toda la vida. ¿Que tenía un peinado un poco ortera? Si, pero me da igual. ¡En mi pelo no se nota!
Lo que si que se nota es un pelo quemado y chamuscado. O peor: la ausencia de pelo.

Vale que al final todo haya quedado en un susto. Pero bueno, podría haber sido algo muy fatídico. Nunca antes me había llevado un susto así. Me he visto con la cabeza rapada. Que horror.

Aunque he de confesar que me da un poco de lástima el chico. Me he ido corriendo y lo he dejado con el almuerzo a medio preparar. Aunque tampoco entiendo muy bien porqué me invita a comer si esta claro que no le gusto...
Definitivamente los hombres son muy complicados. Yo se que soy un poquito exigente, pero tampoco es para tanto. Solo quiero que me quieran. Digo yo que no es un imposible, ¿no?

Pues me tenías que haber visto saliendo de allí como una loca. Cuando salí a la calle me pareció mentira. Por fin respirar un poco de aire fresco.
No recuerdo ni tantas horas estuve allí dentro, solo se que cuando salí, el trafico estaba ya bien. Y cogí el bus de regreso a casa.

Me siento un poco culpable, no he estudiado en todo el día. Pero lo llevo bien, así que no me voy a agobiar. (Por mucho trabajo que me cueste).

Nada mas salir llamé a Marcos. No salía de su asombro. Si es que tiene razón, soy un completo desastre. Aunque creo que no tengo toda la culpa. Si yo soy desastre, y los chicos con los que parece que va a pasar algo también lo son, pues normal que el resultado final sea un desastre total.
Me dijo que llamara a Carlos y esa gente, que iban a ir a una fiesta, pero que el no podría ir porque había quedado con su novia. Las novias... Siempre las novias...

Total, que llamé a Carlos y estaba con Julio. Se dedicaron a intentar convencerme para ir a una fiesta.  Aunque no se para qué te digo que estaban intentando convencerme, ya que al final me han convencido. Yo no tengo la culpa de no saber decir que no.

La culpa de haberme convencido tan rápido también se debe a que me han dicho que va a ir Javi.
Si, Javi, ¿te acuerdas de el?
Dios, hace mil que no te hablo de el. Javi es el amigo de Carlos. Bueno, no exactamente amigo, simplemente estudia con el en la facultad. También estuvo hace poco en una asignatura de libre configuración conmigo. No he hablado con el nunca, pero se ve tan mono...
Carlos me ha hablado muy bien de el.

Así que aquí estoy, acabada de duchar, en albornoz, toalla en la cabeza... Como me gusta...
Y como voy un poco adelantada de tiempo, pues me he puesto a escribirte. Me dije que solo te escribiría una hoja, pero no lo puedo evitar.
Ahora estoy intentando decidir qué ropa me pongo. No se cómo va a ser muy bien la fiesta. No se si ponerme vestido, pantalón de traje, tacones, zapatillas,...
Iré a lo seguro: sandalias con un poco de tacón, pantalones largos vaqueros, camisa de mangas cortas, pelo suelto y pañuelo en la cabeza a juego con la camiseta. Pintada ni mucho ni poco, lo justo. Así seguro que no fallo.

Y dicho esto, me voy a terminar de arreglar que al final se me hará tarde y todo. ¡Y odio llegar tarde!

Me ha encantado volverte a escribir. Quizás lo vuelva a hacer.

Un beso

Marta

28 de septiembre de 2011

Capítulo 7

- Bueno señorita, son ya la una y treinta minutos, y a tus preciosas mechas rubias le quedan 30 minutos de cocción. ¿Segura de no querer añadir ningún color mas?
- Segura.... – por favor, que no insistiera más, no podría resistir mucho más diciéndole que no...-
- Ya se que eso sería mucho arriesgar para ti, pero podrías echar una canita al aire de vez en cuando...
- -¿Una canita al aire? ¡ahh! - ¿una canita al aire?
- - ¡Mierda! Cuida tus palabras Daniel... – Si mujer, quería decir que dicen que siempre hay una primera vez para todo. Ésta podría ser tu primera vez de echarte un color “raro” como tu dices de mechas. - ¿arreglado?-
- Jajajaja. No gracias – No sigas por favor... —
- ¿Quién sabe?, quizás te quede bien, y tu sin saberlo...
- Me arriesgaré

Y Marta no lo pudo evitar. Terminó esta última frase sacándole la lengua de forma traviesa. Le encantaba. Y a Daniel también le gustó. No siempre venían chicas tan encantadoras como ella a la peluquería. Normalmente las abuelitas colapsaban todo su tiempo. Que si, que estaba bien, que con ellas se lo pasaba bien. Pero no era lo mismo...

- ¿Qué te parece si mientras te sube el color subimos y voy preparando la pasta?
- ¿Qué vas a cocinar para mí? – ¡que sexy!—
- Eso parece - bonito día para que no se me pegue la comida... -
- No hace falta que te molestes. Puedo salir a comer a cualquier sitio. De verdad Daniel.
- - Qué bonito sonaba su nombre dicho por su boca... - Antes te pregunté, y me dijiste que si, así que ya no hay vuelta atrás.
- Esta bien... – menos mal... -
- Lo dicho, ¿subimos? – menos mal que esta mañana la muchacha de la limpieza me limpió y recogió la casa... —
- Esta bien, pero, ¿vives aquí mismo?
- Sí, en la planta de arriba.
- Puf. Tu casa tu lugar de trabajo... ¡Y encima te llevas el trabajo a casa! Si que arriesgas tu muchacho...
- Ya ves, soy un chico de riesgos...

Un chico de riesgos... ¡Ja! Eso no se lo creía ni él. Si ella hubiera visto sus comienzos... Malos, sí. Pero unos comienzos como los de casi todo el mundo. Él no tenía una familia con dinero que le permitiera empezar con un gran negocio. No, el se lo tuvo que currar desde 0. Empezando por su cochera, continuando en la viejísima casa de sus difuntos abuelos. Pero ahora, tras mucho sudor y muchas lágrimas había conseguido alcanzar el sueño de su vida: una peluquería propia, SU peluquería. Un negocio próspero, y encima de ella, su modesta casita... Y tan modesta... un mini-loft, pero bien orgulloso que estaba de ello...

- Yo que tu no me esperaba demasiado de mi casa. Imagina que tiene el mismo tamaño que la peluquería, jeje...
- No te preocupes, estoy acostumbrada a cuchitriles, mi casita es la mitad que esto...
- ¿La mitad que esto? ¿Eso existe? ¿Es legal?
- Pues eso parece...

Mientras tanto, Daniel y Marta habían ido subiendo por las escaleras y ya estaban ante la puerta de entrada. Nada más que abrirla y echarle el primer vistazo, le encantó. Aquello era grande comparado con su casa, pero como tampoco tenía demasiadas separaciones que digamos, le recordó mucho a su casa, y como le tenía tanto cariño a su casa, pues esta le produjo ternura.

- Me encanta
- ¿De verdad? –Si no fuera por la cantidad de personas que habían dicho eso mismo y luego se habían ido casi corriendo, le hubiera creído-
- Te lo prometo, me recuerda a mi casa. Y me encanta.
- Me alegro - Esto sin duda, era un punto positivo -  Ponte cómoda y siéntate, yo voy a ir preparando el almuerzo.
- ¿No quieres ayuda?
- Ya de ante mano te insisto que no. Mientras seas mi invitada, no tocarás un plato de la cocina. Y no admito discusión alguna.
- Bueno esta bien. -¿Cómo discutir semejantes argumentos?
- Siéntate, pondré la pasta a cocer

Ver para creer. Allí estaba ella, sentada en el sofá de Daniel, su nuevo peluquero, con las mechas cociéndose en su cabeza mientras esperaba que éste le hiciera pasta. La cabeza le desprendía mucho calor pero eso era normal, las mechas tenían que actuar.

Daniel volvió de la cocina acompañado por una botella de vino y dos copas.

- Espero que te guste el vino.
- Pues... La verdad es que no.
- ¡Ah! -Que mala pata...- Entonces... ¿Cerveza?
- Tampoco. -Ya empezamos....
- Pues... ¿Coca-cola?
- No... Perdón, te explico. Soy un poco complicada con eso de las bebidas. No me gusta el vino, ni la cerveza, ni el café ni los refrescos con gas.
- Vaya... He de admitir que nunca me había pasado esto.
- Lo siento - Bicho raro ataca de nuevo. No tengo remedio-.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces qué?
- ¿Qué quieres beber?
- Agua
- ¿Agua? -¿Esto es de verdad?
- Si, lo siento, ya se que soy un bicho raro, pero es lo que hay.
- No, no digas eso. No eres un bicho raro, solo tienes gustos selectos.
- ¿Beber agua es tener un gusto selecto? No intentes quedar bien, no te preocupes, ya estoy acostumbrada.
- Bueno, pues nada, voy a ir a por tu vaso de agua.
- Gracias.

Así que Daniel volvió a desaparecer en la cocina. Era un desastre, tenían que tenerle prohibido salir a la calle. Que vergüenza. Menos mal que ya estaba un poco acostumbrada, desde pequeña la misma historia. Pero, ¿qué podía hacerle? No le gustaban ninguna de esas bebidas, es mas, le daban nauseas. El refresco de limón si le gustaba mucho, aunque solo el sabor ya que, por culpa del gas, a veces incluso vomitaba. Increíble.

- Toma, tu agua. Ya que no he dado ni una con la bebida, espero que al menos el chocolate te guste.
- No, no me gusta.
- ¿Cómo? - Ésto ya es demasiado, ¿a qué mujer no le gusta el chocolate?
- Es verdad, no me gusta, me encanta. - Se estaba riendo por dentro, casi se queda con el. Ahora le había vuelto a salir esa sonrisa pícara, pero es que es tan mono, tan predecible...
- Menos mal. - Ya lo decía yo, el chocolate nunca falla.

Ambos se rieron, con una sonrisa pícara, y sabían muy bien lo que estaba pasando allí, pero era parte del juego, hacerse los incrédulos.

Les encantaba ese juego.

Entonces Daniel cogió un trocito de una barrita de galleta y caramelo recubierta con chocolate, una delicia, y se la acercó a la boca, ofreciéndosela para que le diera un mordisco. Ella como no, se lo dio, y ambos se quedaron más cerca que antes, y mirándose a los ojos mientras sus cabezas bullían.

- - Me muero por besarla.
- - Me muero por besarlo.
- - Pero, ¿qué va a pensar de mi si la beso así sin mas? Sólo la conozco de hace una hora.
- - ¡Bésame!
- - No, mejor no... ¡Pero es que me muero de ganas!
- - ¡Hazlo! ¡Ya!

En ese momento sonó estrepitosamente proveniente de la cocina, el reloj que Daniel había programado para avisarle de cuándo la pasta abría terminado de cocerse.

Daniel, dando un respingo, se levantó y se fue directo a la cocina mientras decía:

- Tengo que ir a apartar la pasta. - Salvado por la campana. Ésto es una señal. No era el momento. ¿Verdad?
- Vale. - ¡Mierda! ¡Lo sabía! No le gusto.

Y volvió a quedarse sola. Al menos la casa era bonita, es verdad que la tenía muy bien cuidada, igual que la decoración de la peluquería, no hacía falta que le jurara que le encantaba el color naranja ya que, hasta en su piso, era el color que más predominaba.

La cabeza le seguía quemando pero ahora mucho más que antes. Y no sólo eso, si no que también le picaba mucho. ¿Aquello era normal? Desde luego ella no recordaba que le hubiera pasado antes, y se había hecho muchas veces las mechas.
Como no se podía rascar con las manos, empezó a hacer gestos raros con la cara para intentar que algo en la cabeza se moviera y le aliviara un poco el escozor.

En ese momento llegó Daniel.

- ¿Estas bien? - Esta chica sin dudas es muy rara.
- Si. - Lo que faltaba.
- ¿Estas segura?
- No. ¿Es normal que la cabeza me queme y me pique tantísimo?
- No.
- ¿No? ¿Cómo que no?

Daniel se acercó, le retiró un poco todo el papel que tenía cubriendo todos los potingues.

- Vamos abajo, te tengo que lavar el pelo. - Por favor, que no le haya hecho ningún estropicio...
- ¿Cómo? ¿Ya? ¿Tan pronto? - ¿Qué es esto? ¿Qué pasa?
- Si, no te preocupes, es que te ha subido más rápido de lo que esperaba. - Por favor, por favor, por favor.

Se dirigieron precipitadamente a la parte de la peluquería. Marta literalmente se tiró encima del lavacabezas. Ésto no le podía estar pasando a ella. Si ya lo sabía, no podía ir a otro peluquero, por muy guapo y simpático que fuera. Y encima con el mal día que estaba llevando, si ya estaba pronosticado. Ese día prometía ser malo. Muy malo. Y se estaba cumpliendo y empeorando por momentos. Una cosa es tener una mala noche y otra que te estropeen el pelo y avergonzarte de ello durante dios sabe cuánto tiempo.

Mientras tanto, Daniel estaba  trabajando en su cabeza. Le quitó todo el papel y le mojó la cabeza. El agua estaba helada, pero no quería esperar más rato a lavársela. ¿Porqué? ¿Porqué tenía tan mala suerte? Justamente a esa chica. Era rara, si, muy rara. Pero le gustaba. Después de eso, seguro que no quería saber nada mas de el...

- Está bien. No te preocupes, ahora te voy a pelar y ya verás como te queda perfecto.
- Eso espero, como le pase algo a mi pelo, me muero.

Eso es, encima aún más presión. Iban a tener que dejarle de gustar sus clientas, tanta presión no era buena. Pero bueno, en cuanto acabó de lavarle la cabeza, empezó a pelarla.

Como le había echado tanta crema suavizante, tenía el pelo muy suave. Daba gusto pelarla. Además era increíble como, aún con el pelo mojado, los rizos estaban ahí, no se iban. Los estirazaba, y volvían a su sitio. Sin duda, un pelo precioso.

Tras veinte minutos trabajando en esa melena rizada, se dio por satisfecho con el resultado.

- Ésto ya esta.
- Gracias.

Marta se miró en el espejo, no lo había querido hacer antes, por si acaso. Pero no, estaba bien. Su pelo estaba perfecto y precioso. Tenía que reconocer que había hecho un trabajo magnífico. Pero se había llevado un susto tan grande... Por unos momentos se había imaginado escondiendo su cabeza debajo de pañuelos, gorras, etc. Y eso le horrorizaba. Ella se ponía pañuelos y eso. Si. Pero no cubriéndole toda la cabeza.

- ¿Cuánto te debo?
- Nada, déjalo. Por el susto. - Después de aquello no podía cobrarle nada. No se lo perdonaría.
- No, dime cuánto te debo.
- En serio, no puedo cobrarte nada. Por el susto, ¿vale?
- Vale. Gracias.
- Pero prométeme a cambio que volverás a pelarte algún otro día. - Con eso también se aseguraba volver a verla.
- Esta bien. -¿Tenía otro remedio acaso?
- ¿Subimos a almorzar al fin?
- La verdad es que preferiría no hacerlo. Se me ha quitado el apetito. - El chico no esta mal. Pero necesito salir de aquí. Me estoy agobiando. Además, si ni siquiera le gusto. Demasiado esfuerzo para nada.
- Bueno... Vale. Pues... Hasta la próxima, supongo. - Si, sin duda la he cagado.
- Hasta la próxima.

Marta le dirigió una sonrisa mientras se volvía para dirigirse a la salida, aunque tenía que reconocer que le salió un poco amarga.

24 de septiembre de 2011

Capítulo 6

Esta bien, dio una pequeña cabezada pero, ¿cómo no darla?. Que venga alguna otra de sus clientas y le diga que a ellas nunca les ha pasado ¡seguro! Si era imposible que no pasara...
Desde luego eso de cambiar de peluquero, sólo por el simple hecho de recibir ese masaje, ya merecía la pena...

Daniel por el contrario, estaba tan sumamente concentrado en intentar dar el masaje de su vida, que ni se había dado cuenta de ese cabezazo de su clienta, cosa que Marta agradeció infinitamente.

Al cabo de un rato Marta no pudo resistir más:

- Como sigas masajeándome de esa manera, no respondo de mis actos...
- Perdón, es que cómo te veía sonreír tanto pensé que te gustaba y se me olvidó parar- ¿se abría pasado? Esperaba que no.
- Jajaja, y así es, me encanta, es el mejor masaje que me han dado en los días de mi vida, pero es que me estoy relajando tanto, tanto, que voy a caer dormida en cualquier momento.
- Bueno, pues paro y aprovechamos para hablar de cómo vas a querer esas mechas, ¿de acuerdo?
- De acuerdo

En ese preciso instante, Daniel retiró las manos de su cuero cabelludo, y tan sólo un segundo después de hacerlo, Marta ya lo echaba de menos...

- Mechas, ¿de qué color?
- Rubias
- ¿Rubias?
- Si, rubias
- ¿Ningún otro color?
- No
- ¿Castañas?
- No
- ¿Morenas?
- No
- ¿Azules? ¿Moradas? ¿Rojas? ¿Naranjas?
- No, no, no y no. Sólo rubias.
- Pero...¿porqué?
- Aunque te parezca increíble por un sencillo motivo...
- ¿Y le importaría a la señorita decirme cuál ese sencillo motivo? ¿O aparte de sencillo es secreto?
- Bueno... no se yo...
- ¡Eh!, no te sientas obligada...
- Jajaja, es broma hombre, te explico: yo siempre he tenido el pelo rubio, desde pequeña, y ahora que se me ha oscurecido, si no me veo con algo rubio en la cabeza, no me siento yo misma. Además, mi pelo ya llama suficientemente la atención como para ir poniéndole colores extraños.
- Uno, tu pelo llama la atención por lo bonito que es. Y dos, no son colores extraños, ¡están muy de moda!
- ¡Ay perdona! ¿Y porque estén de moda eso ya significa que no llaman la atención ni son colores extraños?
- Eh...- Vale, reconocía que ahí lo había pillado, pero no veas la niña, tenía respuesta para todo, y además todo segura que estaba de lo que decía...- esta bien, ya no te discuto más, rubio, y no hay mas que hablar
- Gracias.

Mientas Daniel preparaba el color y los papelitos de plata para hacerle las mechas, a Marta le dio por mirar ese enorme reloj de la pared del fondo. ¡Oh no! ¡Eran ya las 12:30!

- Me preguntaba...
- Dime.
- Por casualidad...¿no sabrás si para las 14 habremos terminado?
- Pues... no creo, ¿porqué? ¿tienes algún problema?
- Es que justo a esa hora había quedado para comer...
- Lo siento, si quieres que paremos aún estas a tiempo – mierda, seguro que era el novio, ¿cómo no?
- No, no, sigue, sigue, lo llamaré para cancelarlo. No te preocupes.

Por nada del mundo pensaba irse de aquel sitio, además, ¿para qué? Si seguro que si después se lo contaba a Marcos éste le hubiera reñido por dejarlo allí para ir a comer con el...Así que cogió el móvil y lo llamó. Un tono... dos tonos....tres tonos... para variar no lo cogía. Que inoportuno que era el chico. Cuatro tonos...

- ¡Hola Martita! ¿Ya no te acuerdas dónde habíamos quedado o que?
- Hola cariño, si que me acuerdo, ¿cómo crees que no me iba a acordar de lo dónde quedo contigo? Ya te he dicho mil veces que, aunque parezca mentira, te escucho cuando me hablas

Daniel ya no necesitaba escuchar más. Definitivamente era su novio, ¿a quién más si no iba a hablarle así? Adiós a sus planes de conquista. Mechas, peinaito ligerito y, ¡a casita!.

- Así me gusta. Entonces, ¿qué pasa? Es raro que me llames un día a estas horas si no es para preguntarme eso..
- Lo se. Es que estoy en la peluquería y no creo que me de tiempo de acabar para las dos.
- ¿Tu? ¿en la peluquería? Un día entre semana, por la mañana, ¿en la peluquería? Dime Marta, ¿qué te pasa? ¿estas bien?
- Déjate ya de coñas hombre. Te resumo: sueño realista cruel, mañana horrible, bus tarde, atasco de película, lluvia sin paraguas, bar de viejos (con todas sus consecuencias), peluquería a la vista, conclusión: no llego para comer

A eso si que se le podía llamar resumir. Daniel se estaba quedando impresionado. Ya sabía que escuchar conversaciones agenas estaba mal, pero lo tenía tan fácil... Aunque si todo aquello era cierto, a la pobre le había pasado de todo...

- Vaya, ¿así sin mas?
- Así sin mas, pero todo very well.
- ¿Very well? ¿cómo de well?
- Very, very, very, very well
- No hace falta que digas más, ¡perdonada! Pero en cuando que llegues a casa, llámame y me cuentas. Eso si hay vía libre...
- ¡eh! ¡No te pases! ¡la habrá!
- Eso nunca se sabe...
- Tu no, pero yo si. Dale un besote muy gordo a Marian de mi parte, ¿ok?
- Ok. Y a por todas!
- Eso siempre.

Lo genial de tener un amigo tan íntimo, desde hacía tanto tiempo, es que ya habían creado su propios códigos secretos, con los que hablar de cualquier cosa delante de otros sin que nadie se enterase de nada. Por ejemplo ese very well, que significaba que había un hombre de por medio que estaba muy bien. Además se utilizaba cuando solía ser el motivo de una excusa. Pero tenía que volver a lo que estaba: Daniel.

- Lo siento muchísimo, ya esta todo arreglado. Menos mal que su novia siempre está dispuesta a salir, porque no había sacado nada de comer. Hombres...

Así que se había equivocado. ¡No era su novio! Eso era una señal, ahora o nunca.

- ¿Y tu? ¿Habías sacado algo de comer?
- Mmm.. la verdad es que no, ahí me has pillado... Pero bueno, por muy vacío que esté el frigorífico, siempre hay algo comestible escondido por alguna parte de él.
- Yo preguntaba, porque como aquí vamos a acabar bien tarde, por si querías almorzar conmigo... –por favor, por favor, por favor...-
- No me gustaría ser una molestia... – por favor insiste, por favor insiste, por favor insiste-.
- Para nada, no eres ninguna molestia para mi. Insisto, quédate, ¿o es que tienes algo mejor que hacer? – di que no....-
- Pues... la verdad es que no....
- Entonces sólo te queda una pregunta que responder: ¿te gusta la pasta a la carbonara?
- Me encanta - ¡siii!
- Pues entonces no se hable mas. Te quedas a comer conmigo - ¡toma ya!-

19 de septiembre de 2011

Capítulo 5

En el trayecto de cruzar la calle, a pesar de que lo hizo corriendo y no tuvo ni que esperar a encontrar un paso de cebra o a que se pusiera en verde el semáforo, se puso empapada de pies a la cabeza, aún más de lo que ya lo estaba antes. Pero bueno, pensó en qué así el peluquero se libraría al menos de lavarle la cabeza.

Nada más entrar en la peluquería, le encantó. Tenía una decoración muy minimalista, basada en las curvas y en colores blancos y naranjas, aquello le hizo sentir bien y  sentir más confianza ante lo que le esperaba aunque..., si lo pensaba mejor, que fueran buenos decoradores no significaba que fueran buenos peluqueros. Entonces miró a su alrededor. Una muchacha, no mucho menor que ella, le estaba pagando a una de las chicas que trabajaba allí, estaba guapísima. Vale, tenía el pelo liso, vale, eso era más fácil, vale, pero le favorecía mucho.

Mientras tanto una chica se dirigió hacia ella y le pregunto:

- Perdone, ¿qué desea?
- Esto...
- ¿No sabe que hacerse? Quizás pueda ayudarle...
- Esto... si, bueno no
- ¿Perdón?
- Perdón, que.... que se que hacerme, pero no hace falta que me ayude, bueno, si hace falta, bueno no. Verás. Quiero cortarme las puntas, pero sólo las puntas, y echarme mechas, aunque... estoy un poquito asustada la verdad...
- ¿Puedo preguntar por qué?
- Esque... nunca me ha tocado el pelo otra persona que no sea mi peluquero de toda la vida. Y mi pelo... como que es un poquito especial, y mi pelo para mi significa mucho y.... eso.

Aquella chica rubia con pelo liso, excesivo maquillaje, aunque con mucha desenvoltura en conversación formal con los clientes, miraba a Marta como si estuviera loca y en cualquier momento fuera a salir gritando y corriendo por la puerta. Pero aunque pensara todo aquello, en cierto modo la comprendía, no era la primera chica que temía que le hicieran un estropicio en su preciado pelo, así que decidió dejarla en las mejores manos. Un cliente satisfecho, es un negocio feliz. Ése era su lema.

- Usted no tiene que temer nada –dijo la chica- , le pondremos en las mejores manos

Entonces llamó a un chico que estaba en el otro extremo de la peluquería, discutiendo con un señora mayor sobre qué color de tinte debía ponerse.

- La última vez me pusiste el 32 –decía la señora-.
- Que no Angelita, que le puse el 30, estoy seguro.
- Que no, que el 30 es más oscuro, y yo lo tengo más clarito, ¿no lo ves?
- A ver Angelita, ¿cómo se lo explico?. Tenemos la misma discusión cada vez que viene usted a ponerse un tinte. El color con el lavado se aclara, por eso cree que es más claro, pero de verdad, que le puse el 30, ¿no se fía de mi?
- Claro que si cariño. Anda, ponme el 30, pero si no es, te advierto que no pagaré.
- Estoy totalmente de acuerdo
- ¡Daniel! –le llama la chica-

Entonces él le dice que espere un momento. Se acerca a otra de las chicas que había por allí, le entrega el tubito de tinte de la señora mayor y le dice que se lo aplique. Se vuelve hacia Marta y la otra chica, se acerca, y con una gran sonrisa en los labios dice:

- Ya estoy con ustedes

Dioss..¡Que hombre! Marta se quedó boquiabierta, que ojos, que boca, ¡que cuerpo! Y parecía tan encantador... Si no aquella abuelita, ¿porqué se iba a comportar así con el?
Mientras tanto, la señorita primera que la atendió estaba explicándole a Daniel el gran temor de Marta, cuando terminó, Daniel soltó una gran carcajada, y riéndose le dijo que estaba en buenas manos y que no tenía nada que peder. ¿Porqué últimamente los chicos sólo se reían de ella? Vaya racha la suya... Esto le cabreó un poco, y Daniel tuvo que notarlo, porque se puso enseguida muy serio y le prometió que no le pasaría nada a su pelo. Además añadió:

- No temas nada, no permitiré que salgas de aquí si no es más guapa aún de lo que entraste, que ya es difícil. –Diciendo palabras como esas, ¿cómo se iba a cabrear con él?- ¿Qué? ¿Vas a confiar en mi?
- Mmmm... lo intentaré – y diciendo esto, Marta le guiñó un ojo. Ambos sonrieron.

Señalándole el camino con un dulce gesto con la mano, Daniel dirigió a Marta hasta el otro extremo de la sala, donde había un sillón naranja chillón con formas redondeadas frente a una pequeña encimera blanca donde se apoyaban múltiples utensilios de peluquería. Marta jamás había siquiera imaginado que para hacer algo en la cabeza, existieran tantas cosas. Se puso a curiosear a ver qué era cada cosa, pero no quería que Daniel se diera cuenta, no fuera a pensar que era una ignorante de ese mundo...a pesar de que, de hecho, lo era. Pero su intento en disimular fue en vano, ya que Daniel se percató de todo, y riendo le dijo que dejara de cotillear, que contra menos supiera de todas las cosas que había allí encima, mejor, porque si no, saldría corriendo de aquel lugar. Así que Marta, con la cabeza gacha y los cachetes colorados se sentó en aquel sillón tan estrambótico y clavó la vista en el suelo.

Aquel chico, una de dos, o era muy risueño, o Marta le hacía una gracia horrible, ya que no paraba ni un momento de reírse. En esta ocasión lo hacía porque después de haberle dicho a Marta, en broma, que no cotillease, ella no había levantado la vista del suelo, y sus cachetes estaban exageradamente colorados. Estaba graciosísima. A veces parecía tan mayor... y otras tan niña...¿Cuántos años tendría? Bueno, eso no era su asunto, era una clienta. Una clienta muy graciosa, pero una clienta al fin y al cabo.

Cuando le tocó por primera vez el pelo, un repeluco le recorrió todo el brazo hasta repartirse por el cuerpo,¡qué pelo! Vale, él era peluquero. Un peluquero con su buen prestigio. Había tenido entre sus manos muchas cabezas de pelos, muchos de ellos rizados, pero ese pelo... era tan... tan... ¿genial? Se empezaba a dar cuenta, y por eso sonrió, le iba a encantar pelar a esa chica.

- ¿Qué tramas con esa sonrisa tan pilla? – Marta al fin había levantado la vista del suelo.
- ¿Qué? A nada, nada, estaba pensando lo que me va a gustar pelarte
- Ya, claro...
- Ja, ja, en serio. Y además, ¡no era una sonrisa pilla!
- Ah, ¿no? Y, entonces, ¿qué era?
- Pues... -¿Cómo salía de aquella?- una sonrisa de satisfacción
- No lo arreglas, ¿eh?

Se había equivocado un poco de estrategia, pero como solía decirle su madre, todo tiene solución. Pero no intentó arreglarlo, se limitó a sonreír y a empezar a lavarle el pelo. Ese pelo necesitaría mucha crema, y rezaba para no pegarle demasiados tirones al peinarla.

Marta mientras tanto no sabía que pensar. ¿Por qué se reía tantísimo el peluquero?, ¿tanta gracia le hacía o es que era así? Todo aquello la tenía desconcertada, aunque cuando empezó a lavarle el pelo... que relajada se quedó...y cuando le empezó a dar el masaje capilar... casi se queda dormida... que manos tenía el muchacho... A pesar de todo, aquel rato en la peluquería no pintaba tan mal...

16 de septiembre de 2011

Capítulo 4

Una lágrima se precipitó de su ojo derecho recorriendo lentamente su mejilla. No podía salir de su propio asombro, no había sido mas que un sueño.

Mucha gente diría que era un precioso sueño, de esos con los que a la mañana siguiente despiertas con una gran sonrisa en la cara. Pero eso no le pasaba a Marta.
Ella odiaba soñar. Odiaba soñar porque se involucraba y vivía tantos los sueños que llegaba un punto en el que ni sabía ni podía distinguir entre el sueño y la realidad. Había días en los que salía con amigos, y cuando preguntaba por algo que creía que había sucedido, llegaba a la conclusión de que habían sido solo sueños, porque nadie recordaba aquello. Incluso en una ocasión se recorrió todos las tiendas que conocía buscando un juego de tazas que quería desde hacía tiempo y había visto un día por casualidad en una tienda. Pero después de recorrerse todos los sitios de los que sabía, ninguno tenía ni había tenido nunca lo que ella había visto. Así que sólo le quedaba pensar que eran solo sueños.

Y le dolía demasiado. Le dolía demasiado la sensación de levantarse creyendo que tendría a su lado a la persona más maravillosa que nunca podía haber imaginado, con la que había compartido un día estupendo y descubrir que era todo mentira. Que ese día no existía en su vida.

Además le hizo pensar que eso nunca pasaría, porque esas cosas a una persona como ella nunca le podrían pasar. Justo entonces se vio reflejada en el espejo, y odió cada centímetro de su cuerpo.

Se metió en la cama, tapándose hasta la cabeza con la corcha rosa y blanca, y llorando a moco tendido, lamentándose de su ingenuidad. Pero no pudo volverse a dormir.

A las 6:30 decidió levantarse de la cama. No soportaba estar más tiempo metida en ella llorando, así que decidió pegarse una ducha. El agua estaba muy caliente, y a pesar de la cantidad de agua que corría por su rostro, seguía sintiendo el cauce de sus lágrimas. Ingenua, ingenua, ingenua, no paraba de repetirse a sí misma. Ni siquiera se movió de debajo del caudal de agua, no al menos hasta que se percató de que el agua salía ya fría, entonces decidió salir de la ducha, cubriéndose con una toalla la cabeza, y con un albornoz el cuerpo.

Cualquier otro día estar en albornoz por casa recién duchada le abría encantada, pero no aquella mañana. Aquella mañana hasta lo mejor del mundo podría haberle parecido horrible.

Decidió servirse un cola-cao y odió el hecho de que no le gustase la tila. Según decían de sus efectos debía de haberle sentado muy bien. Con la taza bien caliente y vestida aun con su albornoz se sentó en su sofá-cama y encendió la tele buscando algún programa de su agrado. Pero eran tan solo las 7:30, ni ella misma sabía bien que era lo que quería encontrar, pero debido a la hora no encontró otra cosa que telediarios; y los odiaba. Tenía la teoría de que para ver muertos, accidentes y cosas malas, no le hacía faltar ver las noticias.

Debido a su extraño estado de ánimo y la mala programación televisiva, terminó viendo el telediario. Ya que lo veía intentó que, al menos, aquello le animase. Quería al menos intentar que viendo a gente en peor situación que ella, se le pasara el mosqueo. Pero las noticias no eran tan horripilantes como esperaba. Las nominaciones de los Oscars. Un perro que había salvado a una anciana. Un nuevo colegio en Valencia para niños discapacitados. El estreno de un musical en Madrid. La victoria del equipo español de voleibol femenino en los mundiales. Un nuevo guiness. A ojos de Marta: sólo tonterías, lo que no sabía por qué, hizo que se sintiera aún peor.

Así llegó la hora de vestirse para empezar una nueva jornada de estudios, pero no le apetecía para nada salir a la calle. Quería quedarse todo el día en casa machacándose sobre lo mala e injusta que era la vida de ella. Pero extrañamente consiguió reunir las fuerzas necesarias para vestirse e irse. No se podía permitir el lujo de perder todo un día de estudios.

Se puso prácticamente la ropa del día anterior. Era su ropa preferida, y necesitaba sentirse bien, le daba igual que ya estuviera medio sucia. El propósito de vestir mejor, tendría que esperar para otro día, en aquel momento no podía pararse a comerse tanto la cabeza. Tenía cosas mejores en las que pensar, como en lo ingenua y tonta que era.

El tiempo además estaba nublado, cosa que Marta odiaba. Ella prefería los días soleados, eran mucho más alegres. Así que como el día no pintaba muy bien, decidió pegarse un gusto y comprarse un par de donuts en la tienda que esta junto a su casa. Igual que en el sueño, salvo que aún no habían sacado los donuts de ese día del horno, y se tuvo que conformar con unos fríos y medio duros del día anterior. Se los comió en un instante mientras esperaba en la parada del autobús, y enseguida se arrepintió. ¿Cómo podía haberse comido todo aquello y en tan poco tiempo? Y encima el autobús no llegaba.

Sintió unas ganas locas de darse la vuelta y volverse corriendo a su casa. Acostarse en la cama, y esperar simplemente a que el día terminase y empezase otro nuevo. Así que se dijo que si cuando contase tres el autobús aún no había llegado, lo haría. Miró al extremo de la calle, y no vio el autobús; contó uno. Miró la gente que había en la parada del autobús, volvió a mirar hacia por donde tenía que aparecer el autobús y contó dos. Miró hacia el otro extremo de la calle, pensando que quizás se equivocara, y el autobús viniera del otro lado y por eso aún no lo había visto, entonces se percató de que la calle era de sentido único. Volvió a mirar hacia el lado bueno, y contó tres.

Se vino abajo, y se sintió muy decaída. Decidió volverse a casa, pero antes de mover un dedo del pie volvió a buscar el autobús, y esta vez había uno doblando la esquina. Se sonrió, buscó el bonobús y empezó a esperar a que llegara hasta donde estaba ella. Pero casi cuando el autobús estaba encima de ella, se dio cuenta de que no era el número de su línea, lo que inmediatamente borró la sonrisa de su boca.

Como todas las abuelitas se habían subido al autobús, Marta se desplomó en uno de los asientos de la parada, más triste y desesperada de lo que había estado desde que se despertó. Ya llevaba 20 minutos en la parada, y aún tuvo que esperar otros 10 más hasta que el autobús llegase.

Ya dentro de él, no había ni un solo hueco libre, así que tuvo que viajar agarrada a la primera barra que alcanzó. Encima, tenía delante una abuelita con poco estabilidad, que a cada frenada, acelerón y curva se apoyaba y tiraba de ella para no caerse al suelo ni tener que hacer tanto esfuerzo. Ése fue unos de los pocos días en los que Marta no se arrepintió de llevar consigo su maletín con el párales. Entrar con aquello en el autobús era crearse un pasillo vacío para sí misma, por el temer de todos al ser dados. Normalmente odiaba que la gente huyera de ella en el autobús, pero en momentos como aquel lo extrañaba.

Tras 10 minutos de larga espera dentro del autobús, este se para asombro de todos y el conductor se baja. Los pasajeros miraron aquel gesto con asombro, y cada cual empezó a sacar sus propias conclusiones. Unos decían que había un control policial, otros que el motor se había estropeado, otro que las puertas no abrían, pero nadie podía saber nada, porque los cristales del mal día y la gente de dentro estaban empañados. Se mantuvieron en esa situación lo menos 10 minutos, momento en el cual Marta estaba al punto de la desesperación. Una noche horrible y ahora esto.

El conductor informa: “Debido al mal tiempo se ha producido un desprendimiento en medio de la calle por donde debíamos pasar. Estamos en un atasco y no podemos ni seguir para adelante, ni girar hacia otra calle ni dar la vuelta. El asunto va para largo, hasta que retiren todos los restos de la calzada. Quien quiera puede quedarse dentro del vehículo y esperar a que pase, y quien quiera puede bajar y seguir a pie. Perdón por las molestias”

Durante lo que parecieron horas, todos los pasajeros enmudecieron. Lo más normal es que estuvieran pensando en lo que hacer. Marta no podía salir de su asombro, eso era tener demasiada mala suerte incluso para ella. Pero no se lo pensó dos veces, salió precipitada del autobús siendo una de las primeras en abandonarlo.

Estaba en un punto intermedio entre su casa y su escuela. Demasiado lejos tanto para ir a un sitio como para ir a otro. Y como la calle estaba cortada en ambos sentidos no podía ir ni hacia un lado ni hacia el otro. Encima estaba lloviendo a cántaros, y no llevaba ni un mísero paraguas; no sabía por qué, pero siempre se le olvidaban. Así que decidió refugiarse en el primer sitio que encontrase con techo.

Ese sitio fue un bar de mala muerte que había a la orilla de la calzada. Parecía el típico bar donde los abuelos suelen ir a desayunar y leer el periódico, pero Marta no tenía opción, era el único sitio viable que había a la vista. Así que decidió pedirse algo para tomar y coger una mesa a ver si escampaba.

Decidió tomarse otro cola-cao, ya que pensaba que nunca se toman demasiados en el día, además de que la temperatura del mismo quizás le hiciera entrar en calor, porque del camino del autobús al bar había terminado empapada y necesitaba remitir ese horrible frío.

Como no había ningún otro entretenimiento decidió sacar alguno de sus apuntes y estudiar algo mirando, eso sí, cada vez que podía, si había dejado de llover y el tráfico había sido vuelto a instaurar. Pero nada de eso parecía que fuera a ocurrir durante aquella horrible mañana.

Pero, ¿cómo iba a estudiar así? Tenía la sensación de que todos los abuelitos de la sala tenían los ojos clavados en ella. Y que cuchicheaban entre sí sin apartar la visa de ella. Lo peor de todo es que tenía razón. Estaban haciendo justamente eso. Mientras tanto marta se sentía totalmente cohibida. Trataba de mantener sus ojos fijos a los apuntes, pero se la hacía difícil no mirar a ver si la lluvia había menguado y podía escapar de ese horrible lugar. Pero si pensaba ñeque le esperaba si miraba hacia otro lado que no fueran sus hojas... Todos eso abuelitos mirando... si, si, mejor estudiaba mientras distraídamente tomaba su cola-cao.

Al rato de acabar el cola-cao, decidió enfrentarse a la realidad porque además de estar cansada de estudiar, le parecía un abuso permanecer allí sentada sin consumir nada más. Levantó los ojos del papel con los dedos cruzados y buscando las vistas de la venta. En el trayecto, se cruzó con muchas miradas cómplices que por lo general estaban acompañadas por sonrisas pillas. ¿Porqué no podían apartar la vista como el resto de seres humanos? Al fin su vista alcanzó la de la ventana, y como era de esperar, seguía lloviendo a cántaros y su autobús seguía inmóvil. No aguantaba más, necesitaba salir de aquel horrible lugar, Aunque en verdad no era tan horrible, pero no sabía porque los abuelos tenían aquella aprensión con ella. Pero todos. Y le daba mucho coraje, ¿porqué los abuelos tanto y los de su edad nada?. A veces le gustaba pensar que era porque los abuelos habían vivido más, eran más sabios y sabían escoger mejor. Esa sin duda era el mejor pensamiento de todos.

Se levantó del asiento, y mirando hacia el suelo se dirigió lo más rápido que pudo sin llevarse nada por delante hacia la puerta. Menos mal que le gustaba pagar al retirar su consumición, si no se hubiera tenido que entretener aún más pagando, y el recorrido por el bar hubiera sido más largo. Como había salido muy sigilosamente no había despertado demasiada admiración entre los presentes, menos mal, pero una vez se encajó en la puerta... ¿qué se suponía que debía de hacer ahora?

Miró hacia su alrededor, en un intento desesperado por encontrar de repente algún sitio magnífico donde entretenerse hasta que todo aquello pasara. Vio una pescadería, no era una de sus alternativas de diversión. Había una frutería, pero la fruta... no le gustaba demasiado.  Un supermercado... hoy no gracias. También había una peluquería. No era su uno de sus lugares preferidos en el mundo, por más que los hombres insistiesen en que a las mujeres le volvía locas la peluquería, estar metillas allí horas y horas entre secadores, tintes, extensión,... Pero Marta, temía profundamente las peluquerías. No era un temor infundado por el miedo, era un temor infundado por el respeto. Su pelo era muy especial para ella, siempre intentaba controlarlo lo máximo posible porque era muy rebelde, y hacerse cosas extrañas en el pelo... no era su estilo. Eso sin contar con que nunca había cambiado de peluquero. Es decir, la misma persona que le pelaba de chica, era la que le pelaba en la actualidad, pero sin embargo, era consciente desde hacía mucho tiempo que algún día llegaría la hora de que probara otros peluqueros y la verdad, aquella peluquería tenía mucha fama, así que se dispuso a entrar.

3 de septiembre de 2011

Capítulo 3

A la mañana siguiente Marta se levantó, con una energía que hacía mucho tiempo que no conocía. Se dirigió al cuarto de baño, encendió el equipo de música y lo puso a todo volumen, ese día no le importaban las quejas de los vecinos ni nada.
Se pegó una ducha maravillosa en la que no paró de cantar ni un solo momento. Se puso la ropa más bonita que tenía, unos maravillosos zapatos de tacón que tenía guardados en un rincón.
Se maquilló de una forma que increíblemente le favorecía muy gratamente e, incluso, parecía que estaba más delgada.

Bajó a la calle, hacía un día estupendo, el sol radiaba en lo alto del cielo azul. Se dirigió a la tienda de la esquina y se dio el placer de comerse unos donuts acabados de salir del horno que estaban deliciosos. Fue hasta la parada del autobús y justo en ese mismo momento llegó el autobús de la línea c1. No era el que llevaba a su facultad, pero aún decidió cogerlo.

Ya dentro del autobús le pareció ver cómo varios chicos se volvían para mirarla. Se sentía tan bien que la gente debía de notarlo.

En vez de pararse en la escuela, se dio el gusto y placer de dirigirse a su centro comercial favorito e iniciar así un día prometedor de compras. Entró en la primera tienda. Vio los pantalones que tantísimo tiempo llevaba buscando. No había pantalones de su talla, pero aún así decidió probarse una talla menos, por saber cómo le quedaban. Pero, increíblemente: ¡le entraban! Y no sólo eso, si no que le quedaban estupendos. Se dirigió a pagarlos, y: ¡estaban al 50% de descuento!. El día no podía ir mejor. Pero se equivocó.

Cuando estaba ya en su cuarta tienda, tras haberse comprado, a demás de esos pantalones tan especiales, unos zapatos, dos camisetas y una chaqueta sintió cómo alguien se paraba delante de él, pero decidió no prestar cuenta. Pero entonces escuchó una voz conocida:

-¿Marta?

Cuando levantó la cabeza no se lo podía creer. ¡Era Pablo! El chico tan estupendo que había conocido el día anterior en la parada. Y lo mejor: ¡se acordaba de ella!

- ¡¡Pablo!! ¡Qué sorpresa! No esperaba encontrarte aquí
- Bueno ni yo a ti
- Pero… ¿Qué haces aquí? Esto es una tienda de ropa femenina…
- Es que…
- Bueno, no hace falta que lo digas, seguro que estas comprándole algo a tu novia (mierda, ¿Cómo había podido ser tan tonta? Se había vuelto a hacer ilusiones, y encima es que tenía hasta novia.
- No te equivocas. Trabajo aquí
- Vaya…(eso si que no se lo esperaba) lo siento
- ¿lo de que no tenga novia o lo de que trabaje aquí?
- ¿la verdad?
- Sí claro
- ninguna de las dos cosas
- ¿entonces?
- siento haberme equivocado
- No es nada. He de decir que no eres la primera a la que le pasa. Y bueno, ¿puedo ayudarte en algo? Aunque ya veo que vas bien cargada de compras
- Ah, estas bolsitas… pues si, necesitaba darme el gusto
- Muy bien que haces, yo si pudiera también lo haría
- ¿y que te lo impide?
- No sé, ¿Qué lo hace?
- Tu dirás
- Tienes razón. Hoy voy a hacer lo que me apetezca
- Muy bien que haces. Me alegro de haberte servido de algo. Que te lo pases bien, seguiré haciendo mis compras pues
- A ti por casualidad…
- A mí por casualidad, ¿el que?
- Que si por casualidad no te apetecería comer conmigo, ¿no?
- Mmm… ¿me estas pidiendo una cita?
- ¿quieres?
- jajaja, pues claro que quiero, ¿cómo no iba a querer?
- no sé, quizás parezca un psicópata o, ¿Quién sabe? Algo peor
- jaja, no digas eso, si tienes cara de ángel…
- Pues entonces he de parecerme a ti. Porque nunca había visto a otra persona como tu, así que he supuesto que eras un ángel que se ha caído del cielo…

El resto del día fue simplemente maravilloso. Él la invitó a un almuerzo aunque poco romántico, muy especial. Pablo consiguió darle a la comida rápida ese toque divertido y maravilloso que tan difícil es encontrar. Tras el almuerzo, fueron a tomar un helado, y estuvieron paseando un rato. Pasaron por delante de una de las jugueterías más grandes de toda Sevilla, y decidieron entrar. Jugaron y rieron como niños. Eran el centro de atención y todo el mundo se maravillaba con la buena conexión que había entre ambos y lo bien que parecía que lo estaban pasando y la buena pareja que hacían. Llegaron a la parte de los peluches, y Marta no pudo contenerse, y le confesó a Pablo la gran afición que sentía por estos muñecos tan suaves y blanditos. Le contó que cada peluche que tenía, significaba algo para ella. Que todos y cada uno de ellos le recordaban a una parte especial de su vida. O en el caso de que fueran regalados, le recordaba a esa persona y todos los buenos momentos que había pasado con ella. También le contó que eran los mejores amigos de lágrimas que tenía. Que eran capaces de soportar una gran llorera sobre sus hombros y ser abrazados contra sí con fuerza y que nunca rechistaban, que incluso conseguían consolarte sin decir nada.
Tras ello, Pablo cogió un precioso perrito marroncito y beige de la estantería mas alta y se lo regalo a Marta mientras le decía:

- Para que te acuerdes siempre de mí. Para que sea un pedacito de tu historia y para que cuando lo abraces, lo hagas pesando en mi.

Éste era un chico especial, y Marta no lo podía dejar escapar, por eso cuando este le preguntó si le apetecía completar el día con una cena, ella contestó que si, pero que esa cena sería en su casa.

Mientras subían las escaleras, Marta advirtió que no se esperara una gran casa, que ni mucho menos lo era, pero que ella se sentía bien viviendo allí y que le encantaba. Pablo por su parte se sorprendió muchísimo de lo pequeña que era la casa, pero sin embargo le encantó como la tenía decorada, porque entre otras cosas se notaba que Marta le había puesto mucho empeño y cariño. Reflejaba muy bien cómo era ella. Y eso le gustaba mucho.
Cenaron una pizza recalentada en el microondas(lo poco que había en el piso) pero ninguno de los dos pareció percatarse de que estaba un poco chamuscada, lo único que ambos sabían eran mirarse a los ojos y sonreír.

En uno de esos momentos, Pablo soltó su trozo de pizza y dirigiéndose a Marta le dijo que a pesar de sólo haber pasado unas horas juntos sentía que llevaba toda una vida con ella y quería hasta el último milímetro de su persona. Tras esto, se acercó poco a poco hacia Marta, hasta que posó sus labios en los suyos. Fue entonces cuando se fundieron en un beso que les pareció eterno. Y tras lo cual hicieron el amor cuidadosa, sensible y cariñosamente.
Cada beso, cada caricia, cada miraba, parecía detener el tiempo antes sus ojos haciendo que ese momento fuera eterno para ellos.

Finalizado el coito, Marta calló extasiada en los brazos de Pablo. Había sido tan encantador cómo lo había sido durante todo el día. Y así se quedó dormida en sus brazos con una dulce sonrisa asomándose en sus labios.

Eran las 5 de la mañana, Marta se despierta con una sonrisa en su boca, mira la cama, pero esta vacía. Mira a su alrededor, pero no hay nadie. Ni restos de una cena, ni restos de un nuevo peluche. Parece que nada se había movido allí desde… desde que anoche se acostara

No lo podía creer. Todo aquello: había sido sólo un sueño