Hola lector!

Una sonrisa tuya es un libro que llevo algún tiempo escribiendo, y me pareció una buena idea compartirlo para con quisiera pasar un buen rato leyéndolo.
Es una comedia romántica de la que actualmente tengo 19 capítulos escritos y que va increscendo.

Si estas leyendo esto, esque ya diste un paso entrando en mi blog y por ello te doy las gracias. Así como animarte a seguir leyendo.

Espero que disfruteis tanto leyendo como yo lo hago pensando y escribiendo la historia de Marta.

Se agradecen los comentarios!! y recomendaciones para seguir escribiendo jeje

28 de agosto de 2011

Capítulo 1

Era otra cálida noche de verano en Sevilla, y Marta seguía en la parada del autobús. Llevaba ya casi media hora esperando, y no había ninguna señal de que su medio de transporte fuera a aparecer pronto.

-Voy a tener que ir pensando en sacarme el carné de conducir- se dijo así misma. Pero la sola idea de comenzar una nueva tarea estudiantil le espeluznaba. Ahora que parecía que iba a conseguir terminar sus estudios universitarios...

Marta siempre andaba quejándose de lo dura que era la vida de un estudiante aunque, la verdad, con poco motivo. Ella era una chica muy lista e inteligente, y se estaba sacando su diplomatura de arquitectura técnica sin demasiados problemas. Empezó la carrera con tan solo 17 años – como ella siempre había dicho: “he ahí las ventajas de cumplir años en noviembre”-  y con tan solo 20 años, ya se disponía a terminarla.

Así que ahí estaba ella: con un gran futuro por delante debido a su gran entusiasmo y a su juventud, y eternamente condenada a llevarse largas horas esperando el autobús.

Pero de repente, apareció un chico que parecía salido de la nada, y se sentó junto a ella. Era el chico más maravilloso que había visto en su vida. Era alto, moreno, ojos llenos de vida, musculoso y si... ahí estaba... la sonrisa más bonita y perfecta que había visto nunca. Un torbellino de fantasías recorrió su mente. Él... ella... uno frente al otro... mirándose a los ojos... el se acercaba... le acariciaba la mejilla... la miraba a los ojos... entonces calló, el jamás se fijaría en ella. No se consideraba la persona más horrible del planeta, pero no era ni delgada, ni tenía una cara exageradamente bonita, ni tenía ningún gusto vistiendo. Además a todo eso se le sumaba que tenia una exagerada melena de rizos que más bien se asemejaban a la cabellera de un león. Siempre había intentando conquistar a los chicos con su carácter, simpatía y don de gente (según sus amigos, ella era la persona más buena y fantástica del mundo) pero algo debía de ir mal, porque siempre terminaba sacándole a los chicos esa frase que tantísimo odiaba: “Demasiado buena amiga como para perderte por algo así”. Pero, ¿qué iba a hacer? Tendría que aprender a vivir con ello.

Ésa era la historia de su vida. Una chica buena, excelente estudiante, aunque con una vida privada poco ajetreada para su gusto.. Aunque había una parte de su vida que pocas personas conocían, y ella prefería que siguiera siendo así.

Para completar el lote, por lo general, era una persona un tanto tímida. Así que aunque se moría de ganas por hablar con el fantástico chico que tenia sentado junto a ella, se sentía incapaz de hacerlo porque se creía muy poca cosa al lado suya.

Mientras todos estos pensamientos y muchos otros rondaban por su mente el chico le había preguntado si el autobús número 32 había pasado ya. Pero ella, ensimismada en sus asuntos no se percató.

    -perdona, ¿estas ahí?- pregunta el chico
...

Marta sigue sin responder

    -¿hola?

Entonces ella se da cuenta

-¿qué?
-Menos mal, ya creía que te había pasado algo... -dice mientras sonríe cariñosamente.
-Perdón, perdón -se disculpa Marta- pero es que estaba pensando en mis cosas, y estaba tan concentrada que creo que ni el sonido producido por una bomba atómica me hubiese  traído a la realidad (otro gran problema, cuando se ponía nerviosa, hablaba sin parar)
-Vaya, siento mucho haberte molestado, te dejo “pensar en tus cosas” tranquila.
-No, no. No te preocupes. Si me moría por hablar contigo.

No se podía creer lo que acababa de salir por su boca. Le había confesado a ese estupendo chico que le encantaba. Estaba horrorizada. No se lo podía creer. Soltó un grito ahogado y una rojez inmensa le recorrió toda la cara. Él, sin embargo, rió.

-¡Ah!¡Ah!¡Lo siento! Hablaba sin pensar. Perdón. Perdón. Que vergüenza...
-(Riendo) No te preocupes. Me ha hecho muchísima gracia. Pareces una chica muy simpática.
-Lo de que te ha hecho mucha gracia, no hace falta que me lo jures, sólo hay que ver lo que te estas riendo. Y por cierto, te advierto que por muchos piropos que me eches, quizás consigas ponerme aún más colorada de lo que estoy (que ya es difícil), pero no conseguirás verme estallar.

El chico estallo en unas enormes carcajadas que le hicieron recordar el tiempo que hacía que no se reía de esa manera, Marta por el contrario seguía tan colorada como un tomate, pero su cara ahora poseía una sonrisa de satisfacción tremenda. Ese magnífico chico se estaba riendo, y no de ella sino con ella. Le encantaba. Esa forma de reírse... Indiscutiblemente: le volvía loca.

Pero ocurrió algo que por primera vez en su vida no quería que ocurriera. Su autobús llegó. Se levanto precipitadamente de su asiento alarmada por su mala suerte aunque, efectivamente, era el autobús número 15. El que la llevaría a su preciada casita que tanto trabajo le había costado y que tanto sudor y lágrimas le hacían día a día derramar.

Miro atentamente su autobús. Verde y beige: horrible. A continuación miró a ese chico que desde el banco de la parada de autobús la miraba ensimismado: magnífico. Le entraron unas inmensas ganas de dejar pasar el autobús de largo y fingir que no era el suyo, pero sabía que era el último de la noche y que si no lo cogía, le tocaría andar varios kilómetros hacia ese pisito de una habitación que la esperaba a las afueras de la ciudad.-¿vale la pena andar durante una hora hasta casa por hablar varios minutos más con este desconocido tan perfecto?- se preguntó. Supo enseguida que la respuesta era afirmativa. Que sí valía la pena, pero aún así decidió coger el autobús. El día tan espantoso que llevaba le rogó que no lo prolongara más.

Así pues se dio media vuelta y dirigiéndose a su acompañante le dijo que ese era su autobús.

-Qué pena -respondió el chico- me lo estaba pasando verdaderamente bien.
-Bueno, ¿quién sabe? Quizás nos volvamos a encontrar –o eso quería ella-.
-Ojalá. Me llevaría una grata sorpresa.

Estas últimas palabras le encantaron a Marta. Y con ellas consiguió armarse de valor para formular su ultima pregunta mientras subía al autobús.

-¿Cómo te llamas?
-Pablo.

Marta sonrió. Pablo... Le encantaba ese nombre. Siempre le había gustado. O por lo menos desde que se enteró que si ella al nacer hubiera sido un chico, le abrían llamado así.

-Me encanta –dijo
-Yah, eso se lo dirás a todos...
-Créeme que no. Bueno, encantada de haberte conocido Pablo.

Y cuando ya estaba subiendo por las escaleras hacia su asiento, Pablo se levantó.

-¡Eh!¡Chica 15! No me has dicho tu nombre.
-Lo sé.
-¿Y?
-¿Y que? –A Marta siempre le había encantado este jueguecito-.
-¿Cuál es?
-¿El que?
-¡Tu nombre!
-Ah... Mi nombre... Es Marta –no pudo evitar sonreír-

El autobús se Marchó llevándose a una Marta loca de contenta y dejando a un Pablo abatido con una extraña sensación. Pensó que esa Marta tenía algo que la hacía especial, aunque nunca sabría el qué. Sería demasiada casualidad volvérsela a encontrar. Al principio le había parecido una chica un poco rara y despistada; pero sólo al principio. Con forme siguieron hablando le dio la impresión de que era una chica encantadora. Y siendo así no dudaba que tendría muchísimos amigos. Y seguramente también novio. Las chicas así no solían permanecer solteras demasiado tiempo. ¿O sí?

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