Hola lector!

Una sonrisa tuya es un libro que llevo algún tiempo escribiendo, y me pareció una buena idea compartirlo para con quisiera pasar un buen rato leyéndolo.
Es una comedia romántica de la que actualmente tengo 19 capítulos escritos y que va increscendo.

Si estas leyendo esto, esque ya diste un paso entrando en mi blog y por ello te doy las gracias. Así como animarte a seguir leyendo.

Espero que disfruteis tanto leyendo como yo lo hago pensando y escribiendo la historia de Marta.

Se agradecen los comentarios!! y recomendaciones para seguir escribiendo jeje

4 de octubre de 2011

Capítulo 9

Allí estaba ella, en una fiesta en la que no se sentía invitada. ¿A caso el que te digan que vayas, significa realmente que quieren estar contigo?

Miraba a su alrededor, y sólo veía personas riendo y bailando; pasándoselo bien en definitiva. ¿Y ella? ¿Qué hacía ella? Ella simplemente miraba a su alrededor, miraba a esa gente a los que conocía, pero que en ese momento les parecía extraños.
¿En qué momento se le ocurrió asistir? Lo sabía. En el momento en que sus amigos le insistieron y le dijeron que Javi acudiría…

- Tienes que venir, ¿cómo te vas a quedar  en casa sola, con la pedazo de noche que hace?
- ¡Pero si no me han invitado!
- Si que lo han hecho. Te recuerdo que Paco nos dijo que si querías ir, fueras.
- ¿Y qué clase de invitación es esa?
- La suficiente para ir, sabiendo que estas invitada. Además… ¿A que no sabes quien va a ir?
- ¿Y qué mas da? ¡Si no sabe ni que existo!
- Claro que si. El otro día le dijo un chaval de vuestra clase de libre que te podía pedir los apuntes, que tienen pinta de ser muy buenos. Así que al menos sabe quién eres.
- ¿Ah si? Bueno, iré. Pero que sepáis que sólo voy para no quedarme sola en casa.

Y allí estaba, en la dichosa fiesta, comprobando lo que ella ya sabía, que en realidad no estaba invitada y que en el mundo de Javi, no existía. Y eso no iba a cambiar.

Sin embargo, cuando creía que Javi no vendría, apareció . Allí estaba, parado bajo el quicio de la puerta, aunque con semblante más serio del que acostumbraba a mostrar.
Parecía como si estuviera buscando a alguien. Su vista recorrió toda la habitación, hasta que dio a parar con sus ojos. Entonces sonrió ¿La estaba mirando a ella? No, no podía ser. Miró a su alrededor, pero no había nadie más mirando en esa dirección. Y antes de lo que esperaba, lo tenía parado delante suya.

- Hola Marta, te estaba buscando.

La estaba buscando a ella. ¿Qué se suponía que estaba pasando? ¿Qué clase de broma pesada era aquella? Y sin embargo no encontraba a nadie a su alrededor, esperando el momento para empezar a reír.
No, a ella no le iban a gastar una broma. No era tan inocente como todos se pensaban. Si le querían gastar una broma, no se iban a salir con la suya. Ella la iba a volver en contra. Así que tendría que atacar.

- Estaba esperándote.

Eso si que no se lo esperaba. Se había sonreído y parecía un poco avergonzado. No parecía como si se fuera a reír. O justamente era eso, aguantarse la risa. Javi, la broma no te saldrá bien.

- Me alegro, creí que te abrías cansado ya de esperar. ¿Quieres que vayamos afuera, a un sitio más tranquilo dónde podamos hablar?

What?
Ah, ya… Afuera esperaba la gente para reírse.
Cuidado Marta, has estado a punto de creértelo.
Pues les iba a dar el gusto. Al fin y al cabo no tenía nada mejor que hacer. Así que se dirigió hacia la puerta con una gran sonrisa de satisfacción. Si se reían de ella, no se iba a dejar amedrantar, estaba claro.
Pero cuando salió, no había nadie riendo…
Javi la seguía, parecía que estaba un poco nervioso, y le indicó un banco de la plaza de enfrente del local.

- Sentémonos allí.

Ahora si que no entendía nada de lo que estaba pasando, pero estaba claro que no podía bajar la guardia.
Se sentaron en el banco más alejado, en el lado más solitario de la plaza, donde ni siquiera la gente pasaba. No había ningún sitio donde la gente pudiera esconderse para empezar a reírse. Pero no por eso tenía que ser verdad.

- Puede que te resulte un poco extraño todo esto, pero quiero que sepas que cada una de las palabras que te voy a decir es verdad. Hace tres meses estaba en clase, compadeciéndome de mi mismo, por parecer una persona que no soy, por querer hacer algo de lo que la gente se reiría, por todo. En ese momento levanté la cabeza. No sabía siquiera qué estaba diciendo el profesor. Y vi una melena rubia sentada dos filas mas alante de mi. Estaba atendiendo al profesor, y subrayando un libro. Al lado tenía unos esquemas que parecían magníficos. La organización en persona. Y entonces miré mi mesa. El libro cerrado, la libreta llena de dibujos,… ¿Qué estaba haciendo con mi vida? Esa no era la persona que yo era. Lo que la gente pensaba de mi me estaba dominando. Sin embargo tu estabas allí, no te había visto nunca hasta el momento, y eso que sospechaba que estabas en mi clase desde principio de curso. En ninguna fiesta del campus, ni nada. Eras quien querías. Pero… ¿Quién eras?
A partir de ese día te empecé a observar un poco más. Eras una chica que tenía un grupo de amigos que, desde lejos, se veía que te querían. Cuando estabas con ellos estabas muy alegre, y parecías muy cariñosa. Sin en valgo, cuando estabas sola, tu cara reflejaba eso mismo, que te sentías sola. Te comprendía tan bien…
El otro día estaba con un amigo. Estaba amargado porque no tenía buenos apuntes de geometría, y no encontraba a nadie que pudiera dejarle unos en condiciones. Entonces me acordé de ti. Le deje caer que los tuyos parecían que tenían buena pinta. El se extrañó de que yo te conociera, pero no dijo nada al respecto.
¿Sabes? Ese día conocí por fin tu nombre. Marta… Me sorprendí dándome un vuelco el corazón cuando lo escuché, y deseando que me contara más de ti. Pero no lo hizo.
No pensaba venir a esta fiesta, pero por casualidad escuché que venías. Y otra vez me sorprendí vistiéndome para venir. Así que me prometí, que no dejaría pasar este momento y hablaría contigo.
Y aquí estoy.

Estaba anonadada. No sabía ni cómo reaccionar. ¿Todo aquello era verdad?
Y no, no había nadie…
No podía seguir pensando que alguien saldría en cualquier momento y se reiría de ella. Así que se levantó de un salto, y le dijo que se fueran a otro sitio. Si aceptaba, le creería.
El la miró un poco sorprendido, pero se levantó.

Empezaron a andar, iban muy callados y ni siquiera se miraban. Pero seguían caminando.
Salieron del centro, y empezaron a andar por el paseo marítimo. No podía parar. ¿Y si paraba y descubría que todo era mentira? Pero tenía que hacerlo. Al fin y al cabo, alguna vez lo tendría que hacer.

Se dirigió hacia el mar, y a unos escasos cinco metros del mar, se detuvo. Se quitó los zapatos, y se sentó.
Hacía bastante fresquito, hasta entonces no se había dado cuenta. Pero no dijo nada.
El se sentó a su lado. Pegado a ella. Tan pegado que su brazo tocaba al suyo. El sintió que tenía frío, así que, como en la mejor de los sueños, se quitó su chaqueta y se la puso. Le quedaba un poco grande, pero era parte del encanto del momento.
Así que allí estaban, sentados en la playa escuchando a las olas romper en la orilla. Bajo un cielo estrellado y luna llena. ¿Qué más se podía pedir?

- Aún no has dicho nada.
- Lo sé.
- Lo siento.
- ¿Porqué?
- Creo que te he asustado.

¿Qué la había asustado? Podría ser… Pero no, no es que la hubiera asustado, es que no se lo esperaba. Todo le sonaba a una broma, sin embargo parecía sincero. Pobre, seguro que se había confundido y la había idealizado.

- No me has asustado. Es que no me lo esperaba.
- Lo siento. Es que como casi todas las chicas de la escuela no dejan de perseguirme para que salga con ellas, a veces se me olvida que puede haber chicas que no quieran.
- ¿Eres consciente de lo egocéntrico y creído que suena eso?
- Si. Lo siento.

¿Qué le pasa a este niño? ¿Por qué sólo pide perdón? No sabe decir otra cosa ¿o qué? Parece como si creyese que todo lo que hace o dice en esta vida lo hace mal. Como si todo a lo que le dicen no, o le ponen algún pero, sea porque esta mal. Vale, a veces uno se cree una cosa en su cabeza y luego son otras, pero porque sea así no significa que este mal, significa que estaba equivocado. Punto y final.

- ¿Eres consciente de la cantidad de veces que has dicho “lo siento” desde que empezamos a hablar?
- Si… Perdón.
- Genial, has cambiado el “lo siento” por “perdón”. ¿Sabes que en realidad es lo mismo, verdad?
- ¿Qué quieres que le haga si me pones nervioso?

¿Cómo? ¿Qué le pongo nervioso? ¿Yo? El si que me pone a mi nerviosa. Con esa carita, esos ojitos, esa sonrisa…
Él, la persona por la que suspiraba. Pero… Ella estaba en lo cierto. En el fondo no era como todos pensaban. Había un niño muy dulce dentro de él, con mas aspiraciones en la vida que ser el juerguista y ligón de la clase. Tenía una cabeza centrada, con las ideas claras. Y solo ella lo sabía. Solo ella lo sabía porque él se lo permitía ver. Solo a ella, si. Ella era la más especial para el. ¿O no?

- Seguro que eso se lo dices a todas.
- Te aseguro que no.
- Es una buena forma de ligar…
- Yo no ligo.

¡Que no liga dice! Todas las chicas del campus suspiran por el. Y la mitad han tenido algún tipo de relación con el. Al final va a ser un mentiroso compulsivo. Eso es una enfermedad, ¿verdad?

- No conozco a nadie que haya salido con mas chicas que tu.
- Sólo he tenido una novia en mi vida.
- Que a las demás no les llames novias no significa que no hayas salido con ellas.
- Que una chica se invente que he salido con ella, no significa que realmente lo haya hecho, ¿sabes?

Una de dos, o dice la verdad, o es un mentiroso realmente bueno. Al fin y al cabo casi cualquier chica del campus querría salir con el. Y pensándolo mejor, muchas de ellas mentirían por tal de unirse a ese gran club de “exnovias de Pablo”. Así todas las demás estarían celosas. Si, tiene sentido.

- ¿Y no te molesta?
- ¿Qué mas da lo que piense el resto mientras yo este seguro de lo que he hecho y he dejado de hacer?

Esa respuesta la dejó muerta. Eso es algo que ella siempre había tenido claro. Ella era quien era. Y punto. Si la querían mas, si la querían menos. Si tenía más amigos, si tenía menos. Al menos ella era como quería. Era fiel así misma. Aunque también querría haberle gustado un poco más a la gente siendo así. Pero prefería estar un poco más sola y ser auténtica, que tener más amigos y ser una persona que no le gustaba.

Era curioso, pero desde que se cruzaron sus miradas en el local, no se habían vuelto a mirar a la cara. Ambos contemplaban el mar. Ese mar tranquilizador que les ayudaba a calmar sus nervios. Esos nervios que Marta tenía por sentirse la chica más afortunada y especial del mundo. Esos nervios que Javi tenía por querer terminar de decirle a la estupenda chica que tenía a su lado lo que había empezado en la plaza.

- ¿Te he dicho ya que me gustas?

Si, le gustaba. Ella le gustaba. Le gustaba a él. ¿Cómo elegir ahora las palabras correctas? A ella también le gustaba él. ¿Cómo no le iba a gustar? ¿De verdad era real?

Pero ya era demasiado tarde para responder. Sentía como él la miraba. Cómo la miraba fijamente. Y como su mano se posó suavemente en su mejilla. No hizo falta que el la girara, ella giró su cabeza lentamente para situarla en frente de la suya.

- Si. Pero yo no te he dicho que tu me gustas a mi.

Él sonrió dulcemente, como a ella tantísimo le gustaba. Con esa sonrisa que alegraba sus sueños. Con esa sonrisa en la que pensaba cada noche antes de acostarse. Con esa sonrisa que ahora mismo tenía delante suya e iba dedicada a ella.

Ambos sabían qué era lo siguiente que iba a ocurrir.
Sus cabezas se acercaron lentamente hasta que a penas cabía un soplo de aire entre ambos. Se acercaron hasta que sus labios estaban rozándose.
Entonces, y sólo entonces, se besaron.

Por fin estaba pasando lo que tanto tiempo había deseado. En ese momento pararía el tiempo eternamente. Permanecería el resto de su vida justo allí. Sentada en la orilla de la playa, al lado de un chico maravillo, con su chaqueta puesta, y sobre todo, besándolo. Estaba besando a Javi. Por fin lo estaba besando.

Y allí estaba, en la dichosa fiesta, comprobando lo que ella ya sabía, que en realidad no estaba invitada y que en el mundo de Javi, no existía. Y eso no iba a cambiar.

Sin embargo, cuando creía que Javi no vendría, apareció . Allí estaba, parado bajo el quicio de la puerta, aunque con semblante más serio del que acostumbraba a mostrar.
Parecía como si estuviera buscando a alguien. Su vista recorrió toda la habitación, hasta que dio a parar con sus ojos. Entonces sonrió ¿La estaba mirando a ella? No, no podía ser. Miró a su alrededor, y allí estaba su grupo de amigos, saludándolo y esperándolo.

Algún día tendría que dejar de soñar despierta. Pero sólo algún día.

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