Hola lector!

Una sonrisa tuya es un libro que llevo algún tiempo escribiendo, y me pareció una buena idea compartirlo para con quisiera pasar un buen rato leyéndolo.
Es una comedia romántica de la que actualmente tengo 19 capítulos escritos y que va increscendo.

Si estas leyendo esto, esque ya diste un paso entrando en mi blog y por ello te doy las gracias. Así como animarte a seguir leyendo.

Espero que disfruteis tanto leyendo como yo lo hago pensando y escribiendo la historia de Marta.

Se agradecen los comentarios!! y recomendaciones para seguir escribiendo jeje

19 de septiembre de 2011

Capítulo 5

En el trayecto de cruzar la calle, a pesar de que lo hizo corriendo y no tuvo ni que esperar a encontrar un paso de cebra o a que se pusiera en verde el semáforo, se puso empapada de pies a la cabeza, aún más de lo que ya lo estaba antes. Pero bueno, pensó en qué así el peluquero se libraría al menos de lavarle la cabeza.

Nada más entrar en la peluquería, le encantó. Tenía una decoración muy minimalista, basada en las curvas y en colores blancos y naranjas, aquello le hizo sentir bien y  sentir más confianza ante lo que le esperaba aunque..., si lo pensaba mejor, que fueran buenos decoradores no significaba que fueran buenos peluqueros. Entonces miró a su alrededor. Una muchacha, no mucho menor que ella, le estaba pagando a una de las chicas que trabajaba allí, estaba guapísima. Vale, tenía el pelo liso, vale, eso era más fácil, vale, pero le favorecía mucho.

Mientras tanto una chica se dirigió hacia ella y le pregunto:

- Perdone, ¿qué desea?
- Esto...
- ¿No sabe que hacerse? Quizás pueda ayudarle...
- Esto... si, bueno no
- ¿Perdón?
- Perdón, que.... que se que hacerme, pero no hace falta que me ayude, bueno, si hace falta, bueno no. Verás. Quiero cortarme las puntas, pero sólo las puntas, y echarme mechas, aunque... estoy un poquito asustada la verdad...
- ¿Puedo preguntar por qué?
- Esque... nunca me ha tocado el pelo otra persona que no sea mi peluquero de toda la vida. Y mi pelo... como que es un poquito especial, y mi pelo para mi significa mucho y.... eso.

Aquella chica rubia con pelo liso, excesivo maquillaje, aunque con mucha desenvoltura en conversación formal con los clientes, miraba a Marta como si estuviera loca y en cualquier momento fuera a salir gritando y corriendo por la puerta. Pero aunque pensara todo aquello, en cierto modo la comprendía, no era la primera chica que temía que le hicieran un estropicio en su preciado pelo, así que decidió dejarla en las mejores manos. Un cliente satisfecho, es un negocio feliz. Ése era su lema.

- Usted no tiene que temer nada –dijo la chica- , le pondremos en las mejores manos

Entonces llamó a un chico que estaba en el otro extremo de la peluquería, discutiendo con un señora mayor sobre qué color de tinte debía ponerse.

- La última vez me pusiste el 32 –decía la señora-.
- Que no Angelita, que le puse el 30, estoy seguro.
- Que no, que el 30 es más oscuro, y yo lo tengo más clarito, ¿no lo ves?
- A ver Angelita, ¿cómo se lo explico?. Tenemos la misma discusión cada vez que viene usted a ponerse un tinte. El color con el lavado se aclara, por eso cree que es más claro, pero de verdad, que le puse el 30, ¿no se fía de mi?
- Claro que si cariño. Anda, ponme el 30, pero si no es, te advierto que no pagaré.
- Estoy totalmente de acuerdo
- ¡Daniel! –le llama la chica-

Entonces él le dice que espere un momento. Se acerca a otra de las chicas que había por allí, le entrega el tubito de tinte de la señora mayor y le dice que se lo aplique. Se vuelve hacia Marta y la otra chica, se acerca, y con una gran sonrisa en los labios dice:

- Ya estoy con ustedes

Dioss..¡Que hombre! Marta se quedó boquiabierta, que ojos, que boca, ¡que cuerpo! Y parecía tan encantador... Si no aquella abuelita, ¿porqué se iba a comportar así con el?
Mientras tanto, la señorita primera que la atendió estaba explicándole a Daniel el gran temor de Marta, cuando terminó, Daniel soltó una gran carcajada, y riéndose le dijo que estaba en buenas manos y que no tenía nada que peder. ¿Porqué últimamente los chicos sólo se reían de ella? Vaya racha la suya... Esto le cabreó un poco, y Daniel tuvo que notarlo, porque se puso enseguida muy serio y le prometió que no le pasaría nada a su pelo. Además añadió:

- No temas nada, no permitiré que salgas de aquí si no es más guapa aún de lo que entraste, que ya es difícil. –Diciendo palabras como esas, ¿cómo se iba a cabrear con él?- ¿Qué? ¿Vas a confiar en mi?
- Mmmm... lo intentaré – y diciendo esto, Marta le guiñó un ojo. Ambos sonrieron.

Señalándole el camino con un dulce gesto con la mano, Daniel dirigió a Marta hasta el otro extremo de la sala, donde había un sillón naranja chillón con formas redondeadas frente a una pequeña encimera blanca donde se apoyaban múltiples utensilios de peluquería. Marta jamás había siquiera imaginado que para hacer algo en la cabeza, existieran tantas cosas. Se puso a curiosear a ver qué era cada cosa, pero no quería que Daniel se diera cuenta, no fuera a pensar que era una ignorante de ese mundo...a pesar de que, de hecho, lo era. Pero su intento en disimular fue en vano, ya que Daniel se percató de todo, y riendo le dijo que dejara de cotillear, que contra menos supiera de todas las cosas que había allí encima, mejor, porque si no, saldría corriendo de aquel lugar. Así que Marta, con la cabeza gacha y los cachetes colorados se sentó en aquel sillón tan estrambótico y clavó la vista en el suelo.

Aquel chico, una de dos, o era muy risueño, o Marta le hacía una gracia horrible, ya que no paraba ni un momento de reírse. En esta ocasión lo hacía porque después de haberle dicho a Marta, en broma, que no cotillease, ella no había levantado la vista del suelo, y sus cachetes estaban exageradamente colorados. Estaba graciosísima. A veces parecía tan mayor... y otras tan niña...¿Cuántos años tendría? Bueno, eso no era su asunto, era una clienta. Una clienta muy graciosa, pero una clienta al fin y al cabo.

Cuando le tocó por primera vez el pelo, un repeluco le recorrió todo el brazo hasta repartirse por el cuerpo,¡qué pelo! Vale, él era peluquero. Un peluquero con su buen prestigio. Había tenido entre sus manos muchas cabezas de pelos, muchos de ellos rizados, pero ese pelo... era tan... tan... ¿genial? Se empezaba a dar cuenta, y por eso sonrió, le iba a encantar pelar a esa chica.

- ¿Qué tramas con esa sonrisa tan pilla? – Marta al fin había levantado la vista del suelo.
- ¿Qué? A nada, nada, estaba pensando lo que me va a gustar pelarte
- Ya, claro...
- Ja, ja, en serio. Y además, ¡no era una sonrisa pilla!
- Ah, ¿no? Y, entonces, ¿qué era?
- Pues... -¿Cómo salía de aquella?- una sonrisa de satisfacción
- No lo arreglas, ¿eh?

Se había equivocado un poco de estrategia, pero como solía decirle su madre, todo tiene solución. Pero no intentó arreglarlo, se limitó a sonreír y a empezar a lavarle el pelo. Ese pelo necesitaría mucha crema, y rezaba para no pegarle demasiados tirones al peinarla.

Marta mientras tanto no sabía que pensar. ¿Por qué se reía tantísimo el peluquero?, ¿tanta gracia le hacía o es que era así? Todo aquello la tenía desconcertada, aunque cuando empezó a lavarle el pelo... que relajada se quedó...y cuando le empezó a dar el masaje capilar... casi se queda dormida... que manos tenía el muchacho... A pesar de todo, aquel rato en la peluquería no pintaba tan mal...

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